Aunque tengo una ligera noción de quién es Iris Murdoch, no he leído ninguna obra suya, y si quería ver esta película es porque Gasset supo vendérmela con su particular estilo en Días de cine y por la admiración que vengo manteniendo por el trabajo de Kate Winslet. Otro aval era la presencia de Judi Dench, más el hecho de que se tratara de la vida de una escritora, algo que suele interesarme.
Sin embargo, todas mis previsiones al respecto se vieron sobrepasadas por una de las más hermosas historias de amor que he visto en una pantalla. No se trata de un biopic al uso, pues se centra en la relación de la autora con John Bailey, autor a su vez de la novela en la que se inspira el film, algo que tiene que supongo tiene que ver en una cierta idealización de su personaje, un buenazo subyugado por la atractiva personalidad de la señorita Murdoch, mientras ésta es una despreocupada y brillante joven aspirante a escritora con las ideas muy claras. Pocas veces había visto que en una película sobre un escritor se tuviera el detalle de exponer algunos de sus pensamientos; precisamente fue la frase "una novelista tiene el privilegio de ver lo raro de los demás" lo que me impulsó a ir a la biblioteca esa tarde en busca de sus libros, con resultados nulos.
En fin. Los tendré que buscar, imagino.
El tratamiento de la relación entre ambos opuestos y el progresivo cambio de roles- ella pasa a depender de él al desarrollar la enfermedad de Alzheimer- que sufren al final de sus vidas, es sutil y sugerente, además de conmovedor. Es muy emocionante ver como John Bailey aguanta que la mujer que tanto ama se líe con otros por ser "maestros del pensamiento" y no pase de cuatro cabreos puntuales perfectamente lógicos, que finalmente acabe aceptándola tal como es. Eso es casi una lección de vida, creo yo.
En cuanto al trabajo de los actores y actrices, la conjunción de Kate Winslet/Judi Dench y la de Hugh Bonneville/Jim Broadbent es asombrosa de puro armónica, hasta el punto de que la evolución de cada uno de los dos personajes parece obra de un sólo intérprete.
Puede que deje un importante poso de amargura e incluso de temor, al ser testigo de lo que significa perder toda conciencia de uno mismo, pero también nos dice que la vida merece la pena ser vivida, aunque sólo sea por su belleza y por ciertos momentos, que ya no parecen tan imborrables como antaño.
Supongo que sí, que la vida es eso, momentos. Nada más.
Un saludo.