Yo tengo cuatro claveles
uno por cada motivo
el encuentro, tu mirada
mi secreto, nuestro olvido.
Andrés Calamaro, "Jugar con fuego"
Mañana es el último día de trabajo en los que han sido mis apartamentos durante tres años: con esa previsiblemente desocupada y lánguida tarde se cierra una de las épocas más agradables de mi vida, llena de descubrimientos tardíos y apertura de horizontes varios...he ganado en independencia, en seguridad y he perdido en incertidumbre y temores. He dejado de leer y soñar tanto y he empezado a vivir más, sobre todo en los últimos meses. Ya no pienso tanto en el futuro como en el día a día, he aprendido a marcarme metas accesibles...se acabó aquel deseo absurdo de ser perfecta, especialmente en un sentido moral. Se acabó seguir dependiendo de las opiniones ajenas, o al menos, me gusta pensar que el que dirán de algunos está empezando a importarme menos que nunca.
Por ejemplo, hoy he ido a comprar preservativos a la farmacia del pueblo. La de la plaza, a la que va todo el mundo: aunque he esperado que se marcharan un par de viejas con inequívoco aspecto de beatas cotillas y certeras -una pequeña concesión la tiene cualquiera- y me he puesto algo roja, he conseguido pedir una caja de calmantes para la muela que me sigue matando a estas horas y una de seis; la chica me ha mirado algo sorprendida, pero ha ido dentro y ha vuelto con una bolsita. Doce ya hubiera sido un acto de soberbia irreflexiva :P...ya sé que les resultara ridículo a muchos, pero era un asunto que me preocupaba desde hacía tiempo. Se supone que todos vamos a cualquier otra pequeña ciudad cercana a comprarlos, en un cómico intercambio de follarines solteros y sin compromiso de ambos sexos, intentado no ser descubiertos por sus padres u otras figuras de autoridad.
A diferencia de la semana pasada, en la que fui incapaz de coger la misma caja de Durex en el supermercado, hoy he abierto los ojos a eso de las diez de la mañana y me he dicho, ¿ por qué coño me voy a ir yo a otro pueblo a comprar una caja de condones? ¿qué puede pasar si la compro? ¿a quién demonios le importa?...sólo entonces, en un refrescante impulso de rebeldía juvenil de lo más innecesario, me he levantado de la cama y me he encaminado a la farmacia con los ojos ardiendo de desafío y por qué no, con un punto de malicia. En mi fuero interno deseaba ardientemente enfrentarme con algun indicio de represión, contestar a la mirada indignada de alguna cincuentona retrógrada, machacarla con mi descaro y una respuesta sarcástica...me había preparado decenas en un minuto. Pero en vez de eso, me he encontrado con un trato discreto, amable y considerado. Jo. No hay derecho.
Delirios de James Dean aparte, me he decidido a adquirir una partida de gominolas por mi cuenta debido a las excusas de algunos listillos, que no llevan nunca a ver si te convencen para poder usar la marcha atrás y salir corriendo si fallan, además de la posibilidad de regalitos de diversa índole, tanto de los que crecen como de los que se curan o no se curan.
Este ejemplo de pequeño atrevimiento cotidiano me lleva a pensar que los mayores progresos, por feo que esté decirlo, se han producido en el área sentimental; debido a cambios radicales en mi manera de pensar debidos a su vez a nuevas sensaciones que me han enseñado partes de mi misma con las que no contaba, sigo en esa cocina de la bruja, con la luna llena sobre la calle Bourbon. Mañana las nubes la cubrirán y Gretel volverá a su casa, aunque algunas cosas hayan cambiado para siempre.
Sin embargo, algo cuyas claves sí puedo despejar sin temor a resultar juzgada implacablemente por la moral convencional, sucedió el otro sábado: se me ocurrió darle mi número de móvil a un gafitas pensativo de ojos azules que me llamó la atención y le dije que era muy guapo, así a lo bruto, sin pensarlo mucho, porque me salió del alma: formaba parte de una pandilla de funcionarios tardoveinteañeros que se empeñaron en sentarse al lado de mi martinizada persona y la enfurruñada persona de mi amiga -sí, él se resiste de nuevo: sin novedad en el frente-; a pesar de que lamenté tener que marcharme en pos de mi arisca acompañante, me dió por hacer esta tontería. Por tener un detalle con aquella preciosidad.
Pues esta mañana me ha llamado y me ha invitado a cenar la próxima semana, aunque haya objetado que es un poco extraño. Es la primera vez que me ocurre algo así, jamás me habían llamado para invitarme a una cena presuntamente romántica. Es emocionante, aunque llegue en un momento más de encrucijada personal, en un verano laberíntico y un otoño que se perfila igualmente intrincado.
Luego está lo otro. Pero hemos convenido en que apechugaremos con los efectos secundarios de los pasteles dudosos...no he podido evitar probar un poco más. Me da igual que no se entienda, o que resulte insincero para algunos. Necesito expresarlo de algún modo, tengo miedo, como siempre, pero ya he elegido. Si alguien decide que no soy digna de su aprecio por esto...bueno, ya descubrirá por su cuenta que las cosas no son tan blancas ni tan negras, que hasta el más cabrón del mundo tiene sus motivos. Que uno no conoce sus límites hasta que se encuentran con los de otro.
De momento, estoy perdida entre dos mundos, mi vida se ha desdoblado y no sé quién va a salir del bosque, si el Cooper bueno o el Cooper malo o ninguno de los dos, sino todo lo contrario. Y hasta aquí puedo leer...
Qué bien escribes, Xisca.
Posted by: Rear Window on October 28, 2003 9:49 PMla próxima vez la de 24 del tirón Xisca.
Posted by: alexqk on October 29, 2003 4:50 PM