Debido a circunstancias personales, también me interesó el tema del pez que no se deja pescar, de lo relativo del éxito según los ojos con que se mire y con los que se lo hagas ver a los demás: me ha gustado mucho la frase de Clarice sobre el particular, "la vida del fabulador es eterna"; en efecto, muchas personas se pasan la vida inventándosela, viviendo como en una película o viviendo como en una novela, y es muy posible que sea una de las mejores maneras de vivir y que no te pesquen ni unos ni otros y te hagan vivir según sus reglas y sus códigos.
A mí me parece una película preciosa, de todas las que vimos yo y mi acompañante de excepción es la que aún no se me ha olvidado, por alguna razón lo que pervive más en mi recuerdo es ese pueblo con las intenciones de marcharse de sus habitantes colgadas en una cuerda de tender la ropa...aunque no lo creáis, se pueden descolgar y otro mundo es posible.
*De mi foro de cine, un añadido más significativo a mi anterior opinión.
A felicidade do pobre parece
A grande ilusão do carnaval
A gente trabalha o ano inteiro
Por um momento de sonho
Pra fazer a fantasia
De rei ou de pirata ou jardineira
Pra tudo se acabar na quarta feira
Tristeza não tem fim
Felicidade sim
"A felicidade" de Moraes y Jobim, que suena al empezar aquella "Orfeo Negro" de Marcel Camus que revisioné uno de esos lunes en los que paso de CSI, después de años de guardar en la memoria esos colores y el momento en el que Eurídice se electrocuta con el cable del tranvía: no me gustó demasiado, pero esta canción y lo que dice me parece más que suficiente a cambio de otra pequeña decepción cinematográfica más.
Este año no podría citar al bueno de T. S. Eliot con sus negativas ideas sobre april, the cruelest month, a pesar de que este viaje tuviese su lado oscuro: el hecho de que se me rasgara un poco la maleta por los empujones y tirones de algún guiri desconsiderado al sacar su mochila del maletero del autobús debí verlo como un mal presagio, igual que cuando se me desencuadernó El Hotel New Hampshire de Irving, debí imaginarme que mi trayectoria laboral se iba a ir por desagües de paranoia y Fawlty Towers. Pero para eso ya hay otros posts; ahora se impone una crónica más, la última de un invierno y una primavera que han consistido fundamentalmente en un ir y venir de maletas, en ausencias cada vez mayores.
Ya que me iban a robar casi tres semanas de mi vida, resolví que me iba a aprovechar de la situación, si bien en parte, todo ello fue orquestado entre esta agente y su compañero del Departamento Socialista de Fenómenos Paranormales ya que aparte de las cuatro horitas de prácticas del todo ilegales y no remuneradas que pensaba regalar en el hotel de cuatro estrellas que se me había asignado en Quantico, me propuse dedicar el resto del día y fines de semana a descubrir los secretos de la capital de la isla en egregia y dulce compañía.
No sospechaba, o al menos no lo suficiente, que no iba a ser tan fácil, ya que intereses cruzados y una enfermedad inesperada iban a oscurecer algunas horas de mis últimas vacaciones antes de regresar a la vorágine recepcionística, esta vez dicho sin sarcasmo. Se acabó lo de leer novelas y escribir cartas de cincuenta folios, por las dos caras...lástima que no me pagaran lo mismo que a Jaime Morey por leer el Marca.
En esta ocasión me costó más cargar con una maleta y una mochila reventonas de ropa para cualquier situación y otros enseres de utilidad, pero tenía la ventaja de conocer las veleidades de los autobuseros de mi ciudad de siempre y por primera vez era el agente sobre el terreno, aunque dado mi nulo sentido de la orientación, eso no debería formar parte del concepto "ventaja": menos mal que al Capitán lo puedes soltar desnudo y con un machete en la selva amazónica con un callejero de Sebastopol y sale al cabo de unos días con una chaqueta de Burberry y un nuevo par de zapatillas rojas, o eso me dice siempre...de hecho, se orientaba mejor por Palma él que yo, que en realidad sólo me sé el camino a los cines diversos y el centro, más o menos. Que conste que el camino al Metropolitan sí me lo sabía :P
Tras dejar las maletas en lo que en aquel momento era un engañosamente plácido hostal, me largué al aeropuerto, me paseé durante una hora y media que se estiró y se estiró hasta ceder por fin y dar paso a Mr. DRAE en persona, cargadito con una bolsa y una maleta más llenas de pijadas de las suyas que no de diccionarios, y pudimos dar el pistoletazo de salida al abril más ansiado en lustros.
En episodios anteriores, relaté la ardua búsqueda de acogedor hostal que me llevaría a recalar en unos muy económicos apartamentos deGomila... desgraciadamente, se cumplió aquello tan tópico de en casa del herrero, cuchillo de palo y mi elección resultó tan desafortunada que a los cuatro días de aguantar el latido de los bafles por la noche, reparaciones y martillazos mañana y tarde, y la desagradable sorpresa de que los corsarios de la Reina Isabel, que apenas entendían el castellano, se negaran a hacernos la habitación o nos regatearan sus deshilachadas toallas con excusas tan baratas como "we think that our guests have to look after themselves"* los muy bastards, el chanchullero experto del camaradaIsabelo se paseó por un par de agencias y consiguió un hotel de cuatro estrellas por unos pocos euros de más, con minibar a rellenar de productos del Carrefour entre los propios de la habitación, que costaban dos euros, canal plus, piscina y un silencio abrumador, casi de hospital, solamente turbado por los ruidos esperables en una ocasión semejante, si bien el trasiego mañanero de los grupos de yuppies allí alojados molestaba al dormilón del Capitán, al que muchos días hallaba enfundado en alguno de sus conjuntos de Calvete Klin o Unno o Dim mi preferido es el negro JO JO JO :P- lost in translation, al volver no de fotografiar famosos, sino de atender alemanes desocupados desganadamente.
Era pequeño y profusamente ajardinado, situado en una mejor zona de Gomila, en una especie de colina paralela a la que ocupa el Castillo de Bellver, que se veía a lo lejos y al que tampoco llegamos a ir; es por ello que debíamos bajar escaleritas diversas ocultas entre chalets y floresta para ir hasta la parada del autobús o para caminar hasta Portopí, por ejemplo, que realmente parecía que bajásemos del auténtico jardín de las Hespérides cada día, aunque los doce trabajos de Hércules los hacía yo, que tuve que bajar tantas mañanas medio dormida, con peligro de mi integridad física, dada mi torpeza y una peligrosa tendencia centrífuga que el otro se pasaba los caminos tratando de corregir a centrípeta, con razón me han atropellado un número asombroso de veces.
Si hasta teníamos Toñi en lugar de Juany luego se pasó toda la estancia calificándome de so catalana y so panfilísima a la menor oportunidad.
No va ser esta una crónica exacta y minuciosa, pues me iba a salir una saga nórdica e iba a ser insoportablemente extenso, incluso para mí, no podría releerlo y empezar a poner y quitar dos puntos y puntos y coma maniática y obsesivamente como suelo hacer cuando nadie me ve nos limitaremos -es un decir, mira lo que llevo andado ya por los Cerros de Úbeda- a los sucesos, lugares y personajes más destacables. A ver si es verdad :P
PALMA, ESA FUL DE ESTAMBUL
Eres una guía nefasta
El Capitán, ante mi permanente desorientación y mi falta de memoria en cuanto a itinerarios, cambiando bares de sitio incluso ^_^U
Aunque en los apartamentos económicos había una cocina por inducción que parecía de la Señorita Pepis, no llegamos a cocinar nada, excepto un Salto de esos de verduras, únicamente a aliñar ensaladas y a untar patés diversos en tostadas y galletas, aparte de comprar patatillas y bollería industrial, definidas como los alimentos básicos, pero no por mí, no
así que nos tuvimos que gastar un pastón solo en comidas, meriendas, cenas y tomas de helados y batidos del todo imprescindibles.
Seguramente por mi culpa, hubo un claro exceso de chinos, en los que siempre pedía arroz tres delicias, una adicción que me es imposible superar; muchas veces fuimos a restaurantes de Gomila, y de ahí destacaría el Mandarín, que era muy bueno y además por un cartel en Jaime III nos enteramos de que era el primer chino que hubo en Palma, y un cómico episodio con el Maníaco del Bacalao, el nombre de cuyo establecimiento ocultaremos, más por piedad que por temor a denuncias y similares. Era una noche de ésas en las que se nos hizo muy tarde y ya no valía la pena bajar al centro, y lo que parecía un restaurante económico resultó no serlo: pero ya nos habíamos sentado y lo solícito del dueño, un señor mayor delgadito que parecía nervioso y al que yo hablé en mallorquín sobre los premios que tenía en la pared, y le acepté el bacalao del que no dejaba de hablarnos insistentemente, diciéndonos que allí se iba comer bacalao y que las otras dos clientas que había al fondo habían quedado muy contentas, que si no me gustaba me cambiaba el plato etc., en un claro y absurdo avasallamiento de la clientela que sin duda era lo que le mantenía el local medio vacío, aparte de los precios; eso sí, no acepté la sobrasada con miel como guarnición, quise arroz al curry, que es otra adicción insuperable más entre mis muchos gustos extraños; por mucho que el Capitán me recriminara el haber cedido a sus sugerencias, lo hice porque el pobre hombre me dió pena, por lo extrañísimo de su obsesión en preparar infinitas variantes del bacalao y pasarse la vida perfeccionándolas parecía el cocinero aquel de los mangas, en el típico ejercicio de autosuperación japonés que sólo lleva al hara-kiri.
Al final las opciones más económicas fueron a las que volvimos, como el buffet chino en el que unos ingleses gorrones se servían platos y más platos ante nuestra estupefacción -hubo uno pretendidamente japonés dónde los platos pasaban en una cinta y debías atraparlos al vuelo, y en el que sólo cenamos una vez, si bien era uno de los días en los que me encontraba peor de la bronquitis y el baño me acojonó, porque tuve que bajar a un sótano y ya pensaba que me iban a salir Lo-Pan y Jack Burton - , Sa Premsa, popular restaurante económico sito en la Plaza de los Patines que conocía desde pequeña, de cuando mis padres me llevaban allí y sólo me dejaban beber un vasito de su sangría y en el que mi sibarita acompañante, que siempre andaba encargando sepias a la plancha, me afeó que pidiese espaguetis de colegio sólo para comprobar con placer que la salsa seguía sabiendo igual, y una de las dos cosas que Isabelo prefirió de la ciudad: el Pica-Pica, simpático restaurante con precios muy económicos al que suelen ir trabajadores y estudiantes y que yo conocía de mis tiempos universitarios, y en el que le hice probar nuestras tapas; creo que le gustaron porque luego pedía siempre una para los dos antes del plato principal, y también las pidió en el Bar Bosch, que era todo menos económico, si bien las croquetas eran muy buenas. La ensaladilla tampoco le pareció muy digna, que digamos, aunque siempre será mejor que aquella bazofia capitalina de ingrato recuerdo.
Otros cafés que parecieron gustarle fueron las heladerías Avanti, a las que acudieron este par de golosos irredentos en demasía en busca de esa dulzura que nos animara a seguir pateándonos una ciudad sucesivamente lluviosa, soleada y ventosa, a veces incluso en un solo día, en un clima esquizoide que hizo exclamar al Capitán que vivíamos en una falacia, que como era posible que se hablase tanto del buen tiempo que supuestamente tenemos por aquí; imagino que esa leyenda es de antes del efecto invernadero también se estuvo quejando de que llamásemos a su Nata-choc nada menos que Stracciatella y de que pidiese combinaciones absurdas como Tarta de queso con chocolate, y lamentamos la ausencia de Mr. Pleasant** al escuchar una conversación entre pijas treceañeras con su collar de bolas y su osea, que hubiera sido muy de su agrado, el día que fuimos a mi Avanti favorito, que es realmente canijo, hay que saltarse las sillas de los demás prácticamente para ir abajo a elegir sabores, pero es acristalado y está en un segundo piso, aparte de su irresistible decoración fifties; por alguna razón, no sé que pasó con su helado de moras, que no se fiaba del color o algo más abajo en la misma calle de Sant Miquel nos detuvimos en un café igualmente fifties pero más grande y con las camareras más cabreadas del mundo, al que solía ir en mi indolente primera juventud y que resultó tener el peor capuccino que había probado en su vida: me temo que engordamos un poco, porque me dediqué a probar chocolates a diestro y siniestro, y ninguno era como el de Can Joan de SAigo, que me empeñé en llevarle allí, pero es que hacía años que quería volver a aquella chocolatería modernista con solera algún día; allí seguían los terciopelos rojos y el sofá redondo del novecientos, la nata espesa y el chocolate con la textura justa, ni colacao ni tampoco nocilla, que en el Plantaciones se pasaron, decididamente, que lo hubiera podido untar en el croissant.
La otra cosa que le gustó el Capitán fueron los intrincados callejones del centro, entre el Borne, la Plaza Mayor , las Ramblas y Jaime III, por allí nos paseamos mucho, conversando y buscando sitios donde comer algo, o refugiarnos de lluvias repentinas: había traído consigo mi paraguas de calaveras de Pimkie, pero todas las veces que llovió permaneció felizmente resguardado de las inclemencias del tiempo en la habitación del hotel entre los callejones ocultos de esa última arteria palmesana fue dónde hallamos un restaurante singular, uno de esos de menús, si bien de nueve euros el coste de vida balear no dejaba de asombrar a Isabelo- aunque con con un dueño muy simpático que me dijo que su mamá le había dicho que no había berenjenas rellenas de carne y verduras lamentablemente, no encontramos la oportunidad de volver a tan entrañable lugar.
No dudo que el Lórien, un pub medio friki con una colección de botellines polvorientos en cada pared y una espada atravesada en un arco no sé si sería todo lo élfica que cabría esperar- sito en esos callejones, y que reencontró él, que yo lo creía unas calles más arriba en uno más de mis errores espaciales, también le gustó: era una cervecería en la que él se tomó tres cervezas distintas, una Castel, una Foster y una Judas; yo me bebí un par de Baileys para no desentonar, me parecieron más adecuados que un Martini, sobre todo por lo céltico de algunas referencias colgadas en la pared. Era más irlandés no acabamos al borde del abismo porque nos largamos a tiempo del local, al que tampoco hubo ocasión de volver.
LA RECEPCIONISTA DE LAS CAMELIAS
Y si ese tío te contesta mal, me llamas al móvil y me presento allí, y le digo A usted le han hablado razonablemente, ahora va a empezar la sinrazón
El Capitán, ante mis lágrimas por la llamada de mi tío, algo ya explicado en mi último post de abril, escrito en uno de los cibercafés a los que fuimos, por estar al loro y porque somos unas porteras, básicamente.
Aunque estaba dispuesta a ofrecer algo a cambio de La Alhambra, no pudo ser visitar la Almudaina o la Catedral, ya que entre semana tenía ocupadas cuatro horas de la mañana y de nueve a una o de ocho a doce solía hallarme aprendiendo nociones de pasar reservas y hacer cierres en el hotel en el que era recepcionista de prácticas en vez de cliente: por culpa del motivo oficial de mi estancia en la ciudad pasé uno o dos días bastante malos, creo que el segundo fin de semana en el que por no ir el viernes, ya que había pasado toda la noche tosiendo, mi tío llamó a mi casa y allí se armó una película más de italianos, aunque mi padre me demostró que no está de su parte y eso fue lo más importante de todo para mí. Empecé a llorar porque ya no soportaba más aquel sinsentido, estaba haciendo unas prácticas que sabía que no me servirían de mucho sin que me pagaran y encima medio enferma, si bien no tengo nada que decir de los tres recepcionistas que conocí allí, veteranos los tres y que me prestaron toda su ayuda, especialmente la jefa y el más joven, que seguro le gustaría esa definición de su persona, y que se rió cuando le respondí que sí, que me gustaba el trabajo, pero que había otros mejores, aunque no fuese como ser minero. Por mucho que mi tío dramatizase y dijese que yo no servía, que no demostraba interés coño, el mismo que un basurero o un heladero, que no es como ser arqueólogo o periodista de la Más Allá- cuando el que no se entera del trabajo que hay en una recepción es él, hace demasiados años que se jubiló del banco, todo se aclaró al hablar con el director y decirme él que no se quería meter en nada y preguntarme si conocía a mi tío o no
el último día apareció, seguramente para comprobar si me había presentado en el trabajo, con lo que no entiendo porque me dirían que podía no ir si quería, una trampa más para dejarme mal imagino, y comentó con el director, que no deja de ser uno de los suyos, que si que iban a hacer sin mí, ahora que me marchaba, y luego soltaron una risita sarcástica
algo huele a podrido en Dinamarca. Todo se lo guardo y ya habrá ocasión de devolverles el favor, lo siento, pero hay rencores que vale la pena conservar, o al menos no olvidar los agravios y estar en guardia contra cierto tipo de gente que pretende ayudarte
otro detalle a considerar, sería que la trepa que ahora nos está demostrando que era lo que pensaba en aquel momento me despertó una mañana insistiendo en que debía abandonar Palma e irme de prácticas a su hotel, que en aquel momento estaba cerrado: lo peor es que me sacó el tema de que si habían despedido gente por mí, cuando es muy posible que ellas mismas huyeran de la peor hotelera de la isla, sin duda alguna, y de unas condiciones de trabajo por las cuáles se pretende que te quedes media hora más o que prescindas de uno de tus días libres, y que no duda en criticar a alguien por hacer sus ocho horas e irse, cuando ni eso se merecen. Si vamos, es porque necesitamos el dinero.
Le respondí lo mismo que a mi tío cuando después de semana y media me dijo que podría haberme alojado en el mismo hotel, porque se suponía que tenía que presentarme allí a las siete, para aprender a hacer cierres: que yo no estaba sola y que ya tenía pagada toda la estancia, y que era imposible. Luego sé que llamó al hotel para comprobar a su vez., tal como si ella misma fuera socia, si yo iba allí, y no quiso identificarse, pero la jefa de recepción reconoció su voz me pregunto quién es la que necesita un psicólogo.
Si se me veía mal era por la simple razón de que me encontraba fatal, no podía parar de toser y ya en el hostal anterior, había estado una noche con fiebre, a pesar de que se me estaba acabando el Frenadol y no hacía efecto, al contrario, cada vez estaba peor: tanto fue así que al haberme dejado la tarjeta de nuestro seguro médico en el pueblo, mi madre decidió que hiciéramos una excursión en tren a Inca, dónde trabaja mi hermano, Pakito el Subversivo, para que él me diese la tarjeta: esa fue una pequeña odisea puesto que aunque él sabe de mi falta absoluta de sentido de la orientación, y me había dado una serie de pistas para que no me perdiese, al final el de la chaqueta Burberry fue el que dió con la fábrica en la que mi hermano presta sus servicios como técnico informático; hablaron un poco incluso, lo que mi hermano dijo que se tenía que volver al trabajo, que si no le echaban. Por informaciones posteriores de mi madre, sé que el muy cabroncillo dió una dudosa descripción física de mi camarada del partido, al que definió como que tiene tipo de oficinista es por eso que se llevó cuatro collejas, el figurín :P
Al día siguiente fuimos al hospital, una clínica privada en las afueras de la ciudad, enfrente del edificio de la aseguradora correspondiente, en la que vi que se había usado muy bien nuestro dinero: no parecían tener mucho que hacer en Urgencias, no era como la serie. Eso sí, me asustaron algo, aunque sé que tuvieron que hacerme placas para descartar que tuviese alguna enfermedad respiratoria y debido a que al preguntarme por mis flemas, tuve que confesar que algunas eran sanguinolentas, pero era de tanto toser justo cuando pensaba que me iban a decir que me quedaban seis meses, vino el médico y escribió en el ordenador Bronquitis aguda, recetándome un par de medicamentos tan fuertes como caros, y encima me dijo Bueno todo es normal de momento, cosa que no me hizo la menor gracia y que tendría un papel importante en mis delirios de ese mismo jueves: todo empezó por la tarde, que llovía a cántaros y llevábamos un buen rato en el Corte Inglés, mirando libros y deuvedés; no podía parar de moverme porque tenía frío por dentro, y al llegar al hotel las cosas empeoraron, estuve toda la noche como soñando y alucinando al mismo tiempo, soñaba que iba en el autobús con Isabelo, pero era rubia y la gente me decía que así estaba más guapa, pero yo tenía mucho miedo: al mismo tiempo, pensaba en la sonrisa siniestra del médico y en su tono burlón, y me creía que mi tío y él estaban de acuerdo y que como no quería dejar el trabajo, iban a matarme envenenándome con una combinación de medicamentos letal. Y todo era porque no había seguido la recomendación de tomar mucho líquido, así que nos fuimos al supermercado de Portopí de compras, a por Sunnys y Simon Life, cayendo en un ensueño capitalista inducido por los diabólicos cantos de la música de moda que se repite una y otra vez, si me sorprendí pasando de todo y yendo directa a observar unos enanos de jardín que eran los de la Blancanieves de Disney nada menos así que salimos con tres bolsas y lo embutimos todo en armarios y nevera como se pudo, en una treta proletario-administrativa más.
El domingo de ese finde se produjo el encuentro con mi otro hermano, The Pepest, que nos invitó a su piso de frikis, en el que se hallaban su novia y amigos, unos conocidos por mí y otros no, y nos contó un montón de frikadas, aparte de hablar de música y otros con Isabelo además sacó los cigarrillos y le dije que se me hacía raro verle fumar, que parecía un niño fumando. Estuvo muy locuaz, pero eso no es raro en el más sociable de los hermanos Addams; uno de sus amigos nos estuvo recomendando restaurantes y otro me dijo que me había saludado, pero que yo había pasado de él, como siempre ni le vi, puesto que tendría media cabeza en otro sitio. Cumplió su promesa de pasar buenos informes en mi casa y le aconsejó que se me llevara de esta isla cuanto antes, el muy burrote y no acabó ahí la cosa, porque un día en el Pica-Pica nos encontramos a los viejos amigos bohemios de mi hermana, que llevaba un par de años sin verles en persona: hablamos en mallorquín, de mesa a mesa, lo cual hizo que el Capitán se quedara callado, por la sencilla razón de que no nos entendía, excepto cuando hablaba con el aún miembro de las juventudes socialistas, que siempre hemos hablado en castellano y que salió por todas las televisiones autonómicas abrazando a Antich cuando el PSOE ganó las elecciones. Me comentó que él no era sino un militante más, cuando le dije aquello que se dice, de ¡¡eh, te vimos por la tele!!
Ambos estaban sin trabajo, pobrecillos; el otro me dijo que si hacía otra vez un programa de radio volvería a llamarme para que colaborase con comentarios sobre cine, y que lo de su radio no había sido una fusión, que era a él al que habían fundido
me dijo que me pasara por el piso nuevo al que se han trasladado él y su novia, que también estaba y que sí tenía trabajo, algún día, que aún no lo había visto y teníamos mucho de qué hablar; la lástima es que parte de la pandilla original vive ahora en Barcelona. No seré yo quién les culpe por huir de este Alcatraz cultural. Además nos cruzamos con un par de conocidos bohemios por la calle, uno era conserje de noche y estuvimos comentando nuestras respectivas dificultades laborales: me dijo que eran todos unos cabrones, para variar. El otro hacía tanto tiempo que no lo veía, que de repente, no teníamos nada que decirnos y nos echamos a reír, espero que otro día se me ocurra algo: me molesta que vestigios de mis problemas de comunicación sigan fastidiándome de vez en cuando.
Sólo mi hermana, la Gran Lebowski incrustada ora en el sofá, ora frente a mi ordenador haciendo su curso CCC de Diseño Gráfico se perdió a Isabelo: podrían haber hablado de cuando fueron heavys, aunque ella lo fue poco tiempo. Aún tenemos una camiseta negra de aquellas tan chulas de Jack Daniels por casa, aunque sus vinilos de los Guns desaparecieran tantas tardes escuchando Blaze of Glory ahora es fan del Rat Pack y Renato Carosone, por ejemplo, en una muestra más de la esquizofrenia musical que llevamos los cuatro jinetes del Apocalipsis uno de mis abyectos tíos maternos nos definió así una vez- en los genes. Sin remedio, y a mucha honra.
TODO ESTÁ EN LOS LIBROS
Moltes gràcies
El Capità, en un insólito arranque de mordoriano, complacido ante mi regalo de Sant Jordi.
Ese viernes 23 de abril no fui al trabajo, pues me había pasado la noche envuelta en sudores fríos y delirando, cuando lo único real era la voz de Isabelo diciendo Pero si estás ardiendo al día siguiente me encontraba muchísimo mejor, gracias a la ingesta de aguas, fantas y similares, y me animé a pasearme por los stands del centro, aunque una vez más, él asegurara que en Granada eran mejores sí, también anduvo mascullando Estos mallorquines en algún momento indeterminado. Andaluces altivos...:P
Y pensar que se negó a entrar en La Seu, la catedral gótica con el rosetón más grande de Europa, como no fuera a intentar que nos excomulgaran por motivos inconfesables, conformándose con fotografiarla desde fuera de acuerdo, en realidad era yo quién quería ir, a ver la momia del Rei En Jaume, el museo lleno de reliquias sugerentes y aquel retablo blanco como de alabastro en el que lo único que tenía color eran los ojos del santo, produciendo un efecto espeluznante, en una visión más bien pagana del asunto, puramente estética. Me preguntó porqué la habrían construido tan cerca del mar, pero ignoro los motivos, y eso que me estuve documentando y me enteré de que los nazis intentaron comprarle al obispo Campins un candelabro judío de plata labrado entre dos hermanos durante diez años. Frente al Parlamento estaba la sede de la CNT, junto al Ateneu Llibertari, es decir, los anarquistas, y los verdes, todos en casas modernistas de principios de siglo, con decoración a lo Gaudí, la casa construida por él que tenemos aquí también fue fotografiada por el Capitán, que en esta ocasión no tenía muchas ganas de hacer fotos...me dijo que eran unos payasetes antiglobalización, pero la estética comunista es tan atrayente, Xisca con su gorrito y su fusil es que a mí el rojo me pierde.
Aunque el tiempo no acompañase mucho, y los cielos estuvieran encapotados, fue el mejor Día del Libro que he vivido jamás, por todo en general: mirando los puestos, vi una fantástica caja que contenía las tres novelas de Lorenzo Silva protagonizadas por mi pareja de beneméritos favorita, Chamorro y Bevilacqua, pero era escandalosamente cara al final, en uno de los puestos de la Plaza Mayor, el Capitán me regaló una selección de sonetos de Shakespeare, El hombre que fue jueves de G. K. Chesterton y una antología de sonetos de Verlaine, que él confiaba en su calidad por aquel Responso a Verlaine que le dedicara Rubén Darío: finalmente, nos llegamos a Radio Borne, donde la primera semana nos habíamos estado comprando unos cedés a buen precio, y él había adquirido uno de Alice in Chains y Alta suciedad de Calamaro, aparte de ser tan ingenuo, por una vez, de preguntar a la chica si Julieta Venegas era la cantante de Aterciopelados, al comentar yo que su Andar conmigo que le había escuchado en Los Cuarenta, me había sorprendido agradablemente, como si fuera la FNAC ya quisieran ellos, pobrecitos. Por mi parte, me lié la manta a la cabeza y me compré tres cedés que hicieron que nuestro metalero noventoso favorito se llevara las manos a la cabeza, pero a siete, ocho euros, no me iba a dejar tales maravillas en su expositor: "Pequeño" de Bunbury y "Azul" de Elefantes, que me han servido de banda sonora para redactar este mamotreto, al igual que uno de los Grandes Éxitos de Mina, que por fin le habían bajado el precio. Allí le compré Una mujer difícil de John Irving, una de sus mejores novelas, sino la mejor, lo que motivó la respuesta que encabeza este apartado a modo de cita.
Ese mismo día fuimos a ver la polémica Kill Bill de Tarantino, conmigo medio drogada por el Zytromax y el Fluimucil y susurrándole comentarios idiotas durante la película, cuya violencia me pareció tan exagerada que me resultó ingenua: si alguien es capaz de tomarse en serio semejante visión de la Yakuza japonesa, por ejemplo, es más problema suyo que del tronado de Quentin lo mejor para mí, toda la escena del bar de Hattori Hanzo, que me hizo preguntarme si no tendría grapadoras letales para recepcionistas encabronadas. Otras obras que visionamos fueron La mala educación de Pedrooo que a mí me pasó lo mismo de siempre; está bien hecha pero sus temas no me llegan, aunque me hizo gracia la banda sonora as usual psst ¿alguien sabe quién canta Cuore Matto?- , a él le gustó por lo visto, ya que era lo más europeo de la repetitiva cartelera palmesana. También acabamos viendo Starsky y Hutch, divertimento con Owen Wilson y Ben Stiller con alguna que otra escena cómica aislada por encima de la media, aunque estuve dudando si a Stiller no se le había escapado una mirada Acero Azul toda la proyección y La ventana secreta de David Koepp, la peor película que he visto en años, con el pobre Johnny Depp despeinándose a fin de entretener un poco al respetable, en un subproducto indigno de sus habilidades interpretativas y a Stephen King le tengo dicho que se dedique al costumbrismo que tan buenos resultados le da en Cuenta conmigo o Eclipse total. Fue Mr. DRAE el que insistió en verla convencido de que las interpretaciones de Depp y Turturro valdrían la pena, luego estaba tan avergonzado que se empeñó en que había sido yo quién le había llevado a ver aquella bazofia, obnubilada por los encantos de Johnny naturalmente, era cachondeo, pero el bochorno no se lo quita nadie. (JO JO JO)
Ya dediqué un post a Big Fish poco después de verla, pero en la escena que preside esta crónica digo algo más que se me quedó en el tintero, como soy una sentimental, me gustó más que Kill Bill, que es sobre todo divertida, aunque por alguna razón no me salía reírme, una buena pelea de vez en cuando no sienta mal.
Los últimos días fueron algo grises, y no sólo en un sentido climático, porque esta maravillosa aventura llegaba a su fin, algo en lo que intenté no pensar, no quería afligirme antes de tiempo y ya había soltado el lagrimón por culpa del acoso moral de mis propios parientes de algún modo acabamos llegando al aeropuerto y al detector de metales, y al No estés triste, coño del Capitán. Una orden imposible de cumplir, y que sigo incumpliendo todavía, a ratos perdidos.
Después, Eurídice bajó las escaleras mecánicas, de vuelta al Infierno en el que se siente más ajena que nunca, aunque ya haya llegado al estado de Purgatorio aceptable, de momento.
*Nosotros pensamos que los clientes deben cuidar de sí mismos.
**Mr. Pleasant nos llamó a eso de las once de la noche, cuando nos disponíamos a cenar en un café sesentero de las Avenidas que ya cerraba, para decirnos Bona tarda, soy un Fallero de Cabronia luego el otro me dijo que si me estaría metiendo mano el Capitán, que no podía contenerse y otras tonterías semejantes. Y es que los Callao Warriors se hallaban de visita en los Madriles, arrasando la ciudad.
Posted by xisca at May 13, 2004 4:29 AM