Nuevamente me estoy retrasando algo en mis lecturas, quizá porque Plenilunio de Muñoz Molina, me está resultando muy deprimente, en su exacta y estremecedora descripción de una asfixiante ciudad de provincias: no me ocurrió así con su ensayo sobre literatura Pura alegría; a través de Elvira Lindo y su Tinto de verano llegué hasta su santo, y espero no acabar arrepintiéndome, pues de ese volumen saqué productivas reflexiones sobre la creación de personajes es curioso que coincide con el mismísimo David Lynch en aquello de que a veces cobran vida propia, vienen hacia ti- , la literatura inconsciente que vive en todos nosotros y nos hace novelar nuestras vivencias, a veces sin advertirlo siquiera, y agudas observaciones sobre la movida madrileña, en la que te convertías en escritor con ir a una fiesta y decirlo, aparte de la sorprendente moda de presumir de no leer nada y no tener influencias pero tampoco maestros también me interesó vivamente la figura de Max Aub, un autor exiliado que escribió un libro sobre una España en la que no hubiese habido una guerra civil, con una Academia de la Lengua en la que Machado y Lorca estarían vivos y ocupando su sillón. Además debo agradecerle mi nick de messenger actual, Provecta Bolchevique, definición que pretendía ser ofensiva y le fue aplicada por un periodista del ABC por no ser un escritor lo suficientemente joven en los ochenta.
Dos de los cuatro libros que había cogido, trataban sobre Barcelona de forma indirecta: el que menos me gustó, quizá por lo tristísimos que son siempre los ambientes de la posguerra española, Nada de Carmen Laforet ha acabado por difuminarse en mi memoria, y me parece decididamente menor, a pesar del hábil desarrollo de la ambigua relación entre la protagonista y su bella y adinerada amiga y la descripción de los bohemios barceloneses de los años cuarenta, es gracioso ver que los universitarios y cierto tipo de vividores han variado en formas pero no en fondo e intenciones. La familia de la chica era demasiado grotesca en su caracterización, especialmente su tío el violinista atormentado y denunciado por su propia novia no descarto que esté basado en un personaje real, pero era muy obvio y sus excesos le hacían ridículo en ocasiones, aunque en el fondo todo continuara bastante gris. Un poco más y llegan a película de Carlos Saura.
La ciudad de los prodigios, de Eduardo Mendoza, me pareció bastante mejor, la trayectoria clásica del pícaro venido a más como pretexto para tejer un rico y barroco tapiz en el que sin dejar de lado las peripecias del comprensiblemente cínico Onofre Bouvila se hacen interesantes digresiones como qué pasó con Mata-Hari y su relación con la desaparición de la obra más ambiciosa del cine mudo: quizá esta es la novela que más me ha impactado, aunque también sea por razones externas a la misma, me preguntó si quién me la recomendó se habrá apercibido de las catalanadas que usa Mendoza de forma sutil en algunos pasajes del libro, contribuyendo a caracterizar la prosa misma como si fuera un elemento descriptivo más de Barcelona de por sí o cuánto ha influido en su vocabulario actual, algo que el autor domina a la perfección, situándose en el punto justo entre la accesibilidad y la riqueza expresiva: en todo caso, no debe preocuparse más por la sordidez que hubiera podido impresionarme, después de acabar al borde del colapso con Glamourama de Brett Easton Ellis y otras experiencias al límite, creo que en esta obra de múltiples facetas esa es la de menos; además me parece bien que se enseñe que la miseria económica y moral no era menos porque no se le diese la importancia que se le da ahora, hay que ir desmitificando ese siglo diecinueve pulcro y tiquismiquis de las películas de James Ivory, que tiene su encanto, pero era solo la fachada de la mansión.
Es curioso que en este momento de mi vida, me gustaría que las cosas me salieran como a Onofre, salvando la evidente distancia ética y cambiando ese final tan de mito del celuloide: aunque no me convenzan sus métodos, me admira su decisión y su valentía al asumir los riesgos de sus cuestionables actuaciones, si bien estas son motivadas por otras de carácter aún más dudoso, que en esta historia no se salva nadie de su papel en el culebrón; también queda claro que algo así sólo era posible en esa época única entre el sueño y la razón que transcurrió entre finales del diecinueve y principios del siglo pasado, ahora todo es tan retorcido y tan kafkiano que a nuestro antihéroe le resultaría francamente difícil sino imposible salir del arroyo para llegar a la piscina.
Por último, Nana de Chuck Palahniuk, me decepcionó, todo apunta a una novela de encargo y estoy pensando que quizá obras anteriores del mismo autor me parezcan más auténticas, esta estaba tan estudiada que apestaba, aparte de la combinación inverosímil de elementos brujeriles, creo que habría ganado de ser algo más sobrio y no precipitar tanto en el final.
Posted by xisca at October 30, 2004 12:25 AM