Tan joven y ya con fotonovela rosa...
Cuando aún no sabíamos que ella era tan sólo una pálida sombra de aquel perfecto dibujo del Mal que trazara Disney en su relamida versión del mito, nuestra particular madrastra nos regaló sendos cuentos de portada holográfica a mi hermana y a mí: a ella le tocó Hansel y Gretel, supongo que por sus dientes negros de entonces y su eterno relamerse ante chucherías de toda índole y a una le correspondió el que ilustra esta introducción, por blanquita y asustadiza, siempre me ha sido demasiado fácil imaginarme corriendo por ese oscuro bosque de sugestiones.
No sé si esta manzana concreta fue la que me inoculó una inmarcesible fascinación por todo lo recopilado por Grimm y Perrault -no sé si debería incluir lo inventado por Andersen- , pero esta es tanta que me ha llevado a devorar todo lo relacionado con el tema, desde la sugerente En compañía de lobos de Neil Jordan hasta el muy recomendado libro de Bruno Bettelheim, El psicoanálisis en los cuentos de hadas, pasando por memorables episodios de aquella deliciosa serie de Jim Henson, El cuentacuentos; recuerdo con especial cariño la Cenicienta que tenía tres vestidos, uno del sol, uno de la luna y otro del firmamento y al soldado que metía en un saco a unos cuántos demonios algo molestos mi última incursión en el bosque encantado data de este mismo sábado: a riesgo de acabar en Kansas por el vendaval que se organizó sobre la isla, decidí no salir y me quedé en mi camita leyendo el Fables de Bill Willingham y Lan Medina que me compré el Expofriki pasado.
Blanca, administradora oficiosa de Villa Fábula
Por mucho que me siga costando admitirlo, aquel preciso Grandes Relatos que emitió Telebingo hace un par de años me gustó bastante, aunque me pareciese que se usaba demasiado azúcar en una estimulante fantasía que debió ser más amarga: se titulaba El décimo reino y trataba del éxodo de los habitantes de los cuentos hacia la fea realidad neoyorquina debido a una invasión de sus dominios
confieso que lo que más me atrajo fue la interesante relación de tira y afloja que se estableció entre la hija de Blancanieves y el Lobo, si bien también me interesó como se trataba la figura de la madrastra resentida, me llamó la atención que se atreviesen a incluir el sangriento detalle de cómo fue obligada a ponerse unos zapatos de hierro al rojo vivo, algo que suele obviarse en la mayoría de las alteraciones destinadas al público infantil. Por suerte, aún queda mucho desaprensivo suelto.
No deja de ser curioso que medio plagien un cómic para hacer una miniserie televisiva de tres al cuarto, pero fue gracias a eso que supe de su existencia: una noche en el irc, el señor Sark , reputado especialista en el tema, me habló de un tebeo en el que ese argumento que tanto me había gustado era llevado algo más lejos y de forma más sobria, extremos que se han confirmado: a la historia de los desposeídos personajes de un mundo de fábula se le da un tratamiento de cine negro que resulta muy acertado para su actual estatus de perdedores, conformando una singular comunidad con sus propias leyes, al modo de los vampiros u otras sociedades marginales de criaturas fantásticas, si bien sin poder escapar de los males de los que adolecen los mortales comunes entre los que se mueven. Si hay más tomos, me los compro además, también allí la relación entre la princesa y el monstruo consiste en un duelo de opuestos, si bien con mucho más estilo y sutileza que en la tele, e incluso con mejores intérpretes.
De todos esos malditos cuentos más góticos y oscuros de lo que pudiera pensarse en un principio, siempre he preferido los que incluyen un bosque o una joven suspendida entre la vida y la muerte en un ataúd de cristal: si resulta que se dan ambas circunstancias nos encontramos con mi favorito, la historia de la niña con la piel más blanca que la nieve, las mejillas de sangre y el cabello cómo ala de cuervo cuya belleza es envidiada por la persona que ha de ocuparse de ella tras la muerte de su padre, su malvada madrastra o no, si hemos de dar crédito a esta jugosa noticia aparecida el año pasado:
*En esta noticia se explica el descubrimiento de cómo los Hermanos Grimm alteraron el cuento original, en el que la propia madre de la princesa ordenaba su muerte.
Entonces ya existía la corrección política, pero eso no hace menos fascinante al personaje de la malvada madrastra, resuelta a eliminar a su rival de la manera más despiadada y gore posible, exigiendo como prueba de su muerte su corazón palpitante, en lugar de ser una buena madre y ceder a su hija y continuadora el lugar que le corresponde; quizá en la actualidad este relato podría ser esgrimido contra las absurdas ansias de eterna juventud de algunos, si bien tiene más resonancias de tragedia griega que otra cosa, por no hablar de todas las fantasías de diversa índole que se estarán imaginando muchos ahora mismo debido a su estancia con los dichosos enanos, haciéndoles supuestamente de pornochacha, hasta que llega la bruja sin maquillar con la edénica manzana del sueño. Y el final, quizá lo peor de la aventura, ya lo conocemos todos.
Es una pena que la pobre chica escape para nada, al menos desde un punto de vista moderno: si la señora de la casa hubiera sido una dama cabal le hubiera buscado un joven apuesto para librarse de ella, sin necesidad de sufrir percance alguno no es extraño que en las deformaciones actuales del mito, ella sea peor incluso que su tutora, como en este encantador videoclip de Rammstein:
Acoso laboral del bueno
Sönne es una canción estupenda, sobre todo me gustan los gorgoritos operísticos de fondo que la hacen tan románticamente alemana como aquella otra estremecedora noticia que decía que Blancanieves existió realmente, allá en la Selva Negra: quizá mi retorcida mente haya deformado los hechos a su conveniencia, pero se habló de un corazón en formol o algo así de siniestro, casi como en un cuento de hadas sin adulteraciones
A veces he usado la imagen de Blancanieves en este blog , concretamente la de Disney, para explicar hechos y sensaciones propios desde una suerte de metáfora: si estos cuentos son tan profundamente fascinantes, tan susceptibles de devenir en obsesión estética es por su universalidad y atemporalidad, por ser los mapas vitales que se entregaban a los niños cuando no había mucho más con lo que explicarse.
No sé cómo siguen manteniendo su misteriosa vigencia, ni porqué me sigue atrayendo la joven con mal color en su sepulcro transparente o corriendo por la espesura, huyendo de sus propias imaginaciones, mil veces más terroríficas que la oscuridad misma
Alle warten auf das Licht...
Hacía mucho tiempo que no escribía en un ordenador que no fuese el mío y desde otro lugar que no fuera mi casa, si bien después de lo ocurrido ayer, convendría que fuera haciéndome a la idea de que ya no debería ser mi casa, ni la de mi hermano, por añadidura. Pensé que para hoy, día de mi cita en la oficina de empleo, ya se me habría pasado, y que podría disfrutar de media mañana en el 1919, pero aunque ya no deba preocuparme por la falta de un papel que al final no he necesitado y lo rápidos que han sido los trámites, a pesar del desayuno en ese pequeño bar al que iba siempre cuando me escapaba del módulo de contabilidad, he sentido la imperiosa necesidad de escribirlo, aún pensando si no sería demasiado duro: me siento tan triste todavía que creo que también me quedaré a comer en el puerto, no quiero ver a nadie, y a mi padre, menos.
No me atrevo a asegurar mis planes para el año que viene, debido en parte a la superstición y a cierto complejo de Lechera de la fábula, pero sé perfectamente que se cumplirán en un plazo relativamente corto, y quizá ya contaba con que intentarían retenerme de alguna forma poco agradable, pero lo que se atrevió a insinuar mi padre ayer me parece una canallada, si bien imagino que no es del todo consciente del daño que me hace inventándose tamañas estupideces sólo porque está enfadado conmigo, porque ya no soy aquella niña temerosa que creyó durante tanto, demasiado tiempo, todas sus exageraciones sobre el mundo exterior y sus incontables peligros...me parece inadmisible que se atreviese a decir que les dejaba mal delante del resto del pueblo, o más bien de los cuatro carcas franquistas con dinero que papá cree que son sus amigos sólo porque le consienten que les largue sus incoherentes discursos en el café, al traer aquí a mi novio e irme con él a un hotel, a insinuar que les avergonzaba eso, que perjudicaba a mi madre en su trabajo -aquí mamá dijo que eso le parecía una tontería, que era un detalle sin importancia-, que no se atrevían a decirles nada pero que todo el mundo lo sabía...
No me extraña que mi hermano me encontrase llorando en la cocina y dijese que se me veía muy jodida, que no les escuchase, que seguía dando demasiada importancia a lo que decían ese par de descerebrados que tenemos por padres, estancados en una visión caduca del mundo: también me entristece que mi hermano fuese tan duro criticándoles, pero no le culpo, en realidad debería tomar ejemplo de su actitud inflexible para con las absurdas fabulaciones de mis padres en cuánto a las apariencias...resulta muy ofensivo que a estas alturas aún importe lo que piensen de nosotros la familia de mi madre o los imbéciles que presumen de cómo les han facilitado la vida a sus hijos en el café, mientras otros imbéciles como mi padre despotrican de lo raros que son sus hijos que no les gusta el pueblo ni sus reglas no escritas, ni piensan en lo que dirán cuatro frustrados víctimas de la represión y la envidia retrospectiva. Me dan ganas de esconderme en ese café un día de estos y en cuánto se les ocurra hacer la menor mención a mi afortunada persona aparecer de improviso y decirles lo que pienso de sus frigideces e impotencias.
Por si este feo asunto fuese poco, ayer ocurrió algo alarmante en clase, ya no sé si va a ser un módulo de técnico en alojamiento o terapia de grupo: el tutor nos habló de los diferentes tipos de jefes y una conversación sobre mobbing promovida por mí motivó el sorprendente testimonio de una de las alumnas con más experiencia en hostelería, que nos contó que en el hotel, un estudiante de turismo hijo de alguien al que ella tenía que enseñar se había atrevido a abofetearla delante del subdirector y nadie había hecho nada...luego bajó la cabeza y temí que se echara a llorar incluso, pero logró contenerse milagrosamente. Quedamos todos en un silencio compungido, tan sólo una compañera acertó a decirle que algo así no tendría que pasar nunca.
Y yo me pregunto, en esta puta isla qué coño se han creído. Ya estoy más que harta de toda esta resignación, de tanto aguantar lo inaguantable, del gobierno de la estética sobre la ética: vamos a rebelarnos y sobre todo, que quede mal.
A lo mejor ya no se puede arreglar, no esta vez. Se han pasado mucho y es posible que ese sea el motivo por el cuál me ha afectado especialmente, porque ya no les paso ni una más, sencillamente ya no puedo excusar este tipo de ruindades.
Prefiero ser lo que vosotros creéis una puta a ser lo que creéis una chica decente, y si va a ser más bien lejos, si ya no tengo que escuchar más tonterías, tanto mejor. Os etiquetáis entre vosotros, si tanto os place, seguid, seguid obedeciendo normas impuestas por la gente que tanto nos ha despreciado por ser pobres, por ser nosotros. Yo me voy.
Una vez más, entre los chantajes emocionales de mi madre en los que sigue subyaciendo la idea de que soy una niñita incapaz de arreglárselas ahí fuera, mi habitual pusilanimidad y la necesidad de tener un punto desde el que partir y organizar mi vida hasta que esta tome un nuevo rumbo en un plazo relativamente breve, si bien en fechas inciertas, me han llevado a no darme de baja del curso de recepción, pese a que no es posible hacerlo en un año: sin embargo, he sido capaz de regresar al escenario de mi expulsión subrepticia sin vergüenza alguna, incluso me atreví a preguntar a la portera con cierto aire burlón, si bien en un primer momento me resistía a ello, no quería necesitar de su ayuda.
Aunque el aula está muy bien equipada, sólo somos ocho o nueve, incluyendo a unos cuántos jovencísimos ayudantes de recepción desilusionados, una recepcionista experta pero sin título alguno y una joven economista búlgara que no sabe una palabra de castellano...creía que me sentiría horriblemente contrariada por tener que volver al instituto a los treinta, pero me lo estoy tomando a risa y no dudé en ser sincera respecto a mi opinión sobre el establecimiento en el que he trabajado: por fortuna, nuestro tutor es un simpático veterano de este particular Vietnam y me agradeció que fuera honesta y no la típica falsa que dice que le encanta el hotel...con suerte, serán cuatro meses, si no, pues tampoco pasa nada, simplemente hay otras prioridades y si mis sobreprotectores dueños se atreviesen a poner el grito en el cielo, siempre cabe revelarles cuántas de esas oportunidades perdidas que siempre me están echando en cara les atraían más a ellos y sus amenazas de acabar fregando suelos o viviendo en la calle que a mí y mis confusas aspiraciones de entonces...a lo mejor no hay que ser tan dura con los progenitores, pero es que a veces no se dan cuenta de en qué posición te dejan dudando de tu capacidad a todas horas, como si sobre ti parpadearan unos neones señalándote como INÚTIL, yo a eso digo vale ya.
Ayer estuve una eternidad en la cola del paro, pasando algo de frío y acabé por resentirme, así que pasé media tarde durmiendo y la otra media leyendo: "Plenilunio" no me ha acabado de gustar, me pregunto cómo me tengo que tomar que se medio justifique a un ex-delator de los grises en la universidad, por alguna razón eso me está nublando el juicio y no puedo dar una opinión clara sobre quién viene a ser el protagonista, cómo si no lograra perdonar eso, si bien me ha gustado mucho el personaje de Susana Grey, la maestra abandonada a su suerte en una ciudad de provincias por un tipo de esos tan sensibles a todo menos a lo que importa...me sorprende que eso lo escribiese un hombre, la verdad. Me dijeron que esta era su novela más comercial, quizá debería probar con otra...en cuánto a "Vertígens" de Biel Mesquida, me niego a aceptar un libro en el que se intenta revestir de mito y glamour al típico hotelero que posee media isla y a los no menos típicos personajes tan hedonistas como pretenciosos y descerebrados en sus continuas referencias culturales que se dan cita en los artículos del autor para el Diario de Mallorca, que por cierto, escribe exactamente igual para armar un batiburrillo de fantasías sexuales e inmobiliarias -esto último es en serio, no veas que chalet les monta en Formentor- que en castellano dudo que se lo publicaran: lo que se necesita es alguien más sobrio y cruel que vaya a saco contra este tipo de mallorquines , no alguien que encima les admira como si fueran semidioses; negra me ha dejado la novelita de marras, sólo la leía para ver si se acababa de una vez y podía dejar de pensar que todos esos lujos que se imagina el cenutrio este han sido ganados por miembros de la abyecta clase empresarial de esta comunidad, a costa de la humillación y la anulación de todo un pueblo, sometido al vasallaje del turismo indiscriminado.
Valiente intelectualidad la nuestra.
Y ahora sí, ya me voy a clase, si es que antes no me echo al monte definitivamente, dispuesta a disparar contra todo lo sospechoso de ser guiri y preguntarme una calle: a ver si me esfuerzo en no ser amable con el opresor.