December 27, 2004

EL SABER ESTAR, EL SABER MENTIR

Esta mañana me he levantado a las once y me he topado con malas caras inusuales...al parecer, mientras yo estaba aquí ideando el post precedente, mi padre estaba llorando en el chalet de la bruja de mi tía, porque ella, no contenta con llevarle hasta la evidencia de que tanto sus padres como su hermano están muertos, le recriminó su fracaso aparente ante las exigencias socieconómicas de esta sociedad, ese éxito relativo que ella consiguió casándose con un tipo rico: él era alguien importante, murió hace pocos años y la dejó completamente sola, entre las paredes de un chalet de diseño y atiborrada de pastillas, en una sucesión interminable de cánceres superados, que lejos de atenuar su maldad la han agudizado, hasta el punto de invitar a mis padres para infligirles críticas que ellos dicen no poder contestar, porque estaban en "su" casa...

Estoy hasta las narices de la hipocresía tras la que se escuda la gente, y especialmente todos estos que viven de cara a la galería, pensando sólo en dar buena imagen: nunca he sabido hacer eso, y me avergüenza que a veces me sigue importando que se tenga mala opinión de mí por considerarme tonta o lenta, que algo tan estúpido haga que puedas perder una oportunidad o un trabajo y sobre todo, que tantos gilipollas se fíen únicamente de lo que se proyecta en el interior de una caverna. Cuánto miserable, y pongamos como claro ejemplo a la directora de mi hotel, hace creer a los demás que es una chica maravillosa, y cuántas personas que valen la pena, que no son sólo fascinante fachada, se ven despreciadas por este engaño.

Se me suele aconsejar que debería cambiar, y hacer pequeñas concesiones a la hipocresía, que por ejemplo, si alguien no me cae bien en una reunión no es necesario que finja, pero que tampoco debería demostrar claramente que me cae mal...ante sucesos como estos, me pregunto si eso no es ayudar a que este tipo de gente siga con su rentable negocio de intercambio de sonrisas falsas y demás, en una eterna mentira, en la que en realidad nadie es amigo de nadie pero hay que guardar las apariencias para obtener beneficios, normalmente materiales.

A mí sigue sin gustarme la idea de hacer la más mínima concesión al protocolo, aunque sé que acabaré por caer, que ya he caído muchas veces, que la necesidad trae estas cosas, pero cuántas veces pienso que si haces demasiadas concesiones, puedes acabar por no poder mirarte al espejo, por empezar a dormir menos todavía, que igual un "pues sí, es verdad, no te aguanto, eres un imbécil" a tiempo sería muchísimo mejor para todos, pierdas el trabajo, la casa, el culo, pero no más el tiempo en compañía de personas a las que en realidad odias a muerte.

Quizá estoy exagerando, pero me horroriza este culto a la imagen, es lo que estuvo a punto de acabar conmigo por no dar una adecuada, sé lo que vale eso para algunos. Y no quiero ponérselo fácil, ni me interesa hacerles sentirse bien, es más, quiero su cabeza en una bandeja, quisiera devolverles el daño que ellos han infligido a otros, y que a pesar de lo que crea el ingenuo de mi padre, no les importa en absoluto: para mí no tienen escrúpulos, conciencia o remordimientos, no reconocerían sus errores ni aunque vinieran a visitarles de chaqué, con alfombra roja y pajes.

Ahora estoy furiosa, y lo que me gustaría hacer es agarrar el cuento de "El principito" que me regaló, ir esta misma tarde a su casa y hacerla llorar a ella, mostrarle lo sola que se ha quedado de la manera más cruel posible, decirle que nada de lo que tiene lo queremos, que detrás de la etiqueta que han procurado colgarnos entre ella y otros sí hay genuinos seres humanos, con sus fallos y aciertos, y que no dependemos de lo que opine, y que la única que ha fracasado como persona es ella. Que se lo merece. Y escuchar por fin como sus sollozos incontenibles retumban por toda esa ridícula muestra de ostentación que siempre ha sido como un castillo hortera, tirarle el cuento encima apuntando a dar y largarme.

Pero sabemos que no lo voy a hacer -bueno, igual deberiáis estar atentos al telediario...- , eso sí, seguiré haciéndome la autista en las reuniones familiares, aún con más razones y convencimiento: las hadas no me concedieron una mente rápida que me permita usar las pullas, la ironía o el sarcasmo, así que mi única arma es hacer que la gente se sienta incómoda ante silencios que se prolongan durante horas, si bien a veces se trata de muros que ese día no puedo atravesar; y ese es el problema, que el silencio es fácilmente malinterpretable.

Como dijo Bon Jovi una vez sobre el hallarse en Las Vegas con traje de lentejuelas -esto en los tiempos de "Bad medicine"- , si me convierto en una hipócrita y una miserable, espero que me peguen un tiro. Otro problema es que a Bon Jovi no sé qué vamos a tener que hacerle, visto su alarmante ablandamiento en casi todos los sentidos...

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December 26, 2004

XISCA POTTER Y LA OPORTUNIDAD FILOSOFAL

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Cuando mi madre y yo entramos en aquel patio interior de baldosas rosadas, el seguimiento de cuyo dibujo a rayas durante horas habría de ser uno de mis más pobres entretenimientos en los tres años de condena subsiguientes, ella me preguntó qué me pasaba, que porqué esa mala cara: si hubiera osado responder que aquel lugar en obras no me gustaba, que no era como el internado que había visto en series tan perniciosas como “Un mundo diferente”, ni me parecía que fuese a ser como los campamentos de verano unisex en los se me había confinado a modo de anzuelo, quizá me habrían mandado antes a una pública, y ayer no me hubiera visto obligada a esbozar una sonrisa irónica al ver las maravillas de Hogwart’s, ese colegio tan Roald Dahl en la superficie, y tan Enid Blyton en su fondo, a pesar de los toques de ingenio y por supuesto, los hechizos y los irresistibles gadgets.


Sólo la visioné hasta cierto punto, y si bien debo confesar que soy capaz de ponerme a buscar el primer tomo de la saga mañana, aunque sólo sea porque no vi como Harry Potter seguía haciéndose con todo y con todos y en vez de bailar o reír o hablar me hallé en un extraño estado de duermevela en pleno pub, casi durmiéndome, con un sueño invencible de sobredosis medicinal, llegando a alarmar a mis amigas y pensando lo cómico de Ron –el representante proletario, de ahí su pelo rojo, por no hablar de que seguro es él al que asesinará la Rowling, la masa prescindible- diciendo “El ajedrez mágico es así” ante lo violento de la figurita de marras, qué diría de mí el sombrero que decidía los clanes, o en el bonito techo que reproducía la atmósfera más conveniente en el comedor. No descarto que la película llevara algo o se lo pusieran los de la valenciana, puesto que me resultaba tan adictiva que pensé en no salir y quedarme a verla armada del chocolate sobrante de la Nochebuena, no podía apartar los ojos de aquella jugosa muestra de clásica lucha de clases, y encima con poderes. Ahora que lo pienso, mi madre quería verla porque un niño le prestó el libro en el recreo, y también acabó quedándose dormida, no sin antes comentar que pensaba que Rupert Grint le parecía más gracioso que Daniel Radcliffe, que él debería ser el protagonista: a mí también me hacen una gracia especial los niños pelirrojos, aunque creo que de Ron está muy bien, sinceramente.


Aún con el fondo permanente de los sombríos recuerdos que acuden a mi mente ante cualquier escena de enfrentamiento entre escolares, en esta ocasión lo que me recordó esta película fue mi infructuoso paso por Magisterio, por la errónea motivación de que era la única dónde había asignaturas de inglés –entonces aún no habían puesto Filología en la UIB, y eso que yo terminé el bachillerato a los veinte o veintiuno- y por si esto fuera poco, encima me metí en una privada, en un error académico más de una larga lista; en mi defensa sólo podría argumentar que el momento no era el adecuado: vivía en una casa de locos en la que se sucedían las fiestas de madrugada y mi particular Hogwart’s estaba lleno de Malfoys hasta el techo, y si a ello le sumamos una espectacular languidez motriz y mental genética azuzada por las circunstancias de desorganización doméstica, condiciones de vida que llegaron a ser dickensianas cuando cortaron el agua y la luz –terrible escena la de estar leyendo “El paciente inglés” de Michael Ondaatje y darse cuenta de que las condiciones en las que te encuentras no distan mucho de las de la pobre tía que se muere esperando a Almásy- y un progresivo desinterés debido a detalles como leerse un libro de didáctica titulado “Alumnos y profesores estratégicos” cinco veces sin penetrar ni por los forros en su comprensión y asimilación, tenemos una de tantas carreras inacabadas, otro mallorquín más volviendo al hotel.


El llevar las mismas gafas que el amigo Harry me sirvió de bien poco, como no fuese para ser la aparente chica formal del grupo de estudiantes, idónea para disculparse ante una serie de caseros esperando el alquiler y vecinos disgustados por el ruido.


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* Recepcionista Rottenmeyer amargada por el recuerdo de clientes graciosillos comparándola con cierto mago. Por cierto, recientemente el oculista me notificó que no necesito gafas, yupi yupi yei dragostea din tei :P

Fue más o menos en el centro de esta etapa universitaria cuando regresé al colegio de mi infancia, esta vez en calidad de futura maestra de prácticas: me tocó una clase de cuarto de primaria, es decir, niños de unos nueve años. No eran muchos, unos veinticinco o treinta, pero eran insoportablemente pijos, uno llegó a quejarse en la fila porque otro le había dicho que su chaqueta era comprada en el mercado...además, el efecto traumático de volver al escenario de tragicómicas desventuras infantiles se vio minimizado por el cambio de lugar que se había sucedido años después de dejar yo la escuela, aunque mi madre y otras profesoras de aquella época siguieran en plantilla, precisamente con una de mis antiguas señoritas me tocaba colaborar en la clase, puesto que la tutora oficial debía estar presente durante las mismas.

De los temas que preparé, recuerdo uno con especial cariño, que tiene bastante que ver con el hecho de que una película de Harry Potter me devuelva de visita a uno de los fragmentos de mi existencia en la que ésta estuvo más cerca de convertirse en normal, vista desde un prisma convencional: como siempre, me las arreglé para librarme de lo que se revelaría como el producto de imposiciones ajenas combinadas con esa inercia vital que me arrastraba antes de forma total e inexorable, ser aceptable y aceptada a cualquier precio.

Este tema entroncaba también con una afición a la lectura cultivada desde la temprana infancia, aún conservo los volúmenes que releí una y mil veces, con sus manchurrones de nocilla y sobrasada correspondientes; uno de ellos me habría de servir para intentar enseñar lo que era una comparación a aquellos niños. Pensé que Michael Ende habría de gustarles tanto como a mí, aunque fueran más visuales que literarios, y les preparé este dictado:

[…] Los dragones chillaban, gruñían, alborotaban, disputaban, crepitaban, berreaban, tosían, bramaban, gritaban, aullaban, reían, silbaban, reñían, estornudaban, jadeaban, siseaban, gemían, pateaban, pitaban y no sé qué otras cosas más. Además, eran de distintas clases. Unos eran pequeños como lirones, otros, en cambio, alcanzaban el tamaño de un tren de mercancías. Muchos se movían como sapos y se contoneaban y eran grandes como coches. Otros parecían orugas largas y delgadas como postes de telégrafo. Los había que medían más de mil pies, mientras otros tenían una sola pata sobre la que saltaban de una manera muy curiosa. Muchos no tenían patas y rodaban como barriles por las calles. El espectáculo era ensordecedor. También se veían dragones con alas, que volaban como murciélagos, y otros que zumbaban como gigantescas avispas o libélulas. Alborotaban y y silbaban volando en el aire sofocante y pasando de un piso a otro de las casas.

Michael Ende, “Jim Botón y Lucas el Maquinista”

No sabía si la encontraría, pero al haberlo leído tanto sabía más o menos que había una descripción de los peculiares habitantes de Kummerland, la ciudad de los tormentos en la que está prisionera la princesita china que buscan Jim y Lucas en compañía de Emma, la locomotora, en una de mis novelas favoritas de este autor, de vívida fantasía y ejemplar honestidad de sentimientos: el día que abrí el periódico en la biblioteca y leí como un periodista de tantos también se acordaba de Lummerland, ese pequeño país en el que sólo había una vía, con motivo de su fallecimiento, fue otra de esas veces en las que la ficción es algo más que eso y es como si fuera un amigo muy querido el que no volverá más.

A los niños les pareció de perlas la idea de salir a la pizarra y subrayar las comparaciones, cosa que hicieron todos bien, y tras una breve explicación, hacer las suyas propias: me decepcionó un poco ver que muchos sólo lo habían entendido aparentemente, pero pasó algo que jamás olvidaré; un alumno que era considerado como el tonto de la clase me trajo un cuaderno en el que había escrito “Las estrellas son cómo peces brillantes en un mar oscuro”, y aunque algunas personas me han insinuado que podría ser que lo hubiera leído en algún sitio, quiero creer que lo inventó él, que debía ser más diferente que tonto.

Si bien no me disgustaba el trabajo, ni mucho menos, no me veo capaz de ser profesora, hay demasiadas parcialidades en mí para que pueda llevar a cabo mi labor de forma justa y sé que si un chaval tuviese problemas, haría lo que fuese para resolverlos, me metería en un berenjenal de los míos, y quién sabe dónde acabaríamos.

Además, creo que me gustó lo que vi ayer, me recordó que la primera vez que abrí “La historia interminable” creí de verdad que aparecería mi nombre en lugar del de Bastian Baltasar Bux, cómo no me atrevía a girar la página, para dar lugar a la decepción… si bien desde la perspectiva actual, hay que considerar las altas posibilidades de que para cruzar el muro que separa el andén nueve del andén nueve y tres cuartos sólo se necesite un teclado o un puntafina.

Posted by xisca at 10:19 PM | Comments (3)

December 25, 2004

NAVIDADES PETARDAS

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Judy Garland y Margaret O' Brien en "Meet me in St.Louis"(1944)- Vincent Minnelli.

Have Yourself a Merry Little Christmas

Have yourself a merry little Christmas
Let your heart be light
Next year all our troubles will be
out of sight

Have yourself a merry little Christmas
Make the yule-tide gay
Next year all our troubles will be
miles away

Once again as in olden days
Happy golden days of yore
Faithful friends who are dear to us
Will be near to us once more

Someday soon, we all will be together
If the Fates allow
Until then, we'll have to muddle through somehow
So have yourself a merry little Christmas now.

Este año os felicito con esta cursilada imperdonable: una escena que invariablemente me hace llorar, por muy dura que me haya vuelto en estos últimos años. Hace siglos que no la echan, pero sé que habría lagrimón fijo, que nadie canta las canciones como ella: este villancico anglosajón, siempre cantado exclusivamente por Judy Garland, o el de John Lennon, "The war is over" , acaban conmigo.

Así, ñoñísima que me he puesto y todo, os deseo Bones Festes a tots, aún después de ver trocitos de todos los nauseabundos programas de TV y tener que soportar que mi madre me haya regalado veinte euros y unas bragas rojas, ya no sé si es Papá Noel o mi chulo, la tía...la crónica queda aplazada hasta que me salga, así como un eczema repentino.

Posted by xisca at 3:53 AM | Comments (4)

December 8, 2004

PUES NO, ESTO NO ES LA CRÓNICA

HuntingvsKeating.jpg

De ciencias tenían que ser...

Debería aclarar que he tenido un mal día, pero ayer no dormí nada, así que sólo he estado perdida media jornada: como si de una versión doméstica e inofensiva del clásico detective alcoholizado y sin afeitar se tratara, a estas horas sigo con el pijama a rayas puesto y apenas peinada, tratando de desentrañar porqué me habré puesto a ver esta película precisamente hoy, y encima fragmentada, con la cancha que dan los descansos para hacerse demasiados cafés -eh sólo un par, nada grave- e ir paseando pasillo arriba y abajo, a ver si detienes a tus pensamientos colocados en un esquema perfecto de colorines, lo único que me ha funcionado en mi desastrosa vida académica a la hora de relacionar conceptos, algo que descubrí quizá demasiado tarde.

Creo que la película me ha gustado demasiado, ha vuelto parte de la vieja friki que se pone a llorar en las películas más inesperadas por motivos ajenos a lo que sucede en pantalla, como la vez que sufrí un desengaño que luego se revelaría como bendición y me metí en un cine a ver una de la Bullock de adorabilísima taquillera de metro: en realidad me escondí allí para sollozar absurdamente sin motivos reales para ello, como he hecho tantas veces.

Es posible que en esta ocasión mis lágrimas no hayan sido del todo equivocadas, puesto que presumo que lo dicho por el profesor de la película, encarnado admirablemente por un Robin Williams experto en estas lides, ya era una idea preexistente en mi cabeza, algo que a estas alturas aún es nuevo para mí: yo también me he pasado la vida leyendo, pero he aprendido que para comprender algo de verdad, para saberlo realmente, tienes que experimentarlo, si bien en la realidad esta afirmación debería ser aplicada teniendo en cuenta diversos factores, que no es tan fácil. Un guión no es una guía ni una confirmación absoluta de la verdad sobre nada, es solo el reflejo que alguien nos ofrece y que es posible que coincida con el nuestro en muchos puntos. He aquí la transcripción de la parte que nos interesa de la bronca al pupilo, tan soberbio en apariencia:

Si te preguntara sobre mujeres, me darías una lista de tus favoritas. Puede que hayas echado unos cuántos polvos. Pero no puedes decirme cómo te sientes cuando te despiertas junto a una mujer y te invade la felicidad. Eres un chico duro.

Si te preguntara sobre el amor, me citarías un soneto, pero nunca has mirado a una mujer y te has sentido vulnerable, nunca te has visto reflejado en sus ojos, sintiendo que Dios ha puesto un ángel en la Tierra sólo para ti, uno que te rescate de los pozos del infierno y sepas entonces lo que es ser su ángel. Dar ese amor y darlo para siempre, a través de todo, a través del cáncer, y que sabrás de dormir sentado durante dos meses en una habitación de hospital, cogiendo su mano, ya que los médicos vieron en tus ojos que el término "horario de visitas" no iba contigo. No sabes nada de la pérdida, puesto que eso sólo ocurre cuando amas a alguien más que a ti mismo. Dudo que te hayas atrevido a amar así en tu vida. Te miro, y no veo un hombre inteligente y confiado, veo un niñato creído que tiene miedo. Pero eres un genio, Will, nadie puede negarlo. Es posible que nadie entienda las profundidades que hay en ti, pero...¿tú crees que lo sabes todo sobre mí porque viste lo que pinté y rajaste mi vida de arriba abajo?

¿Eres un huérfano, verdad? ¿Crees que sé lo dura que ha sido tu vida, cómo te sientes o quién eres, sólo porque leí "Oliver Twist"? ¿Eso te define?...personalmente, no me lo creo, ¿sabes por qué? puedo aprenderlo todo sobre ti, puedo leerlo en algún jodido libro, a menos que quieras hablar sobre ti, sobre quién eres, pero no quieres hacerlo, estás aterrorizado por lo que pudieras decir.*

Quizá porque yo no tengo un talento claro que sea el billete de lotería que Will no tiene cojones de ir a cobrar, me he identificado más con el profesor que considera que ya no tiene nada más que hacer en esta vida, sólo porque perdió una mano: los símiles sobre poker me resultan bastante ajenos, puesto que olvido las reglas de cualquier juego de mesa más allá del parchís con pasmosa facilidad, pero eso es precisamente lo que me causa auténtico pavor, no poder resistir la adversidad, a veces me encuentro diciéndome que en realidad no he sufrido, que si todo lo que ha quedado atrás me pareció tan terrible, qué será de mí cuando llegue lo gordo, la muerte, el desamor, el fracaso.

Contra ese miedo concreto, suelo decirme que me estoy pasando, que no tengo porque acabar en un cementerio ni en un psiquiátrico, que no estoy hecha de porcelana, que no va a salir todo mal por narices, pero suelo pasar una tarde de perros como ésta a veces, y tampoco creo que sea malo, mientras la negrura de tus pensamientos no acabe por cronificarse o anular las horas felices o los minutos sublimes, pasados, presentes o futuros.

Si yo fuera Van Sant, volvería a elegir a Matt Damon para encarnar al joven matemático reluctante ubicado en el peor de los ambientes posibles: ya le dije una vez a alguien que si le caía tan bien era porque se parecían un poco, y me lo ha vuelto a recordar, por mucho que lo negara y dijese que era un guaperas y que cómo iba a ser eso. En mi película, la chica no sería rica, tendría padres que serían unos pesados bienintencionados pero torpes y su único problema sería el si se van a tener ovarios de dejar el curso si fuera necesario, porque tiene que ver a un chico. El tipo no tendría problemas tan llamativos ni sería tan duro, pero también viviría en un barrio malo y sería más inteligente de lo que se supone viniendo de tal sitio, y también sería culpa de los libros, y a la chica le pasaría tres cuartos de lo mismo, y encima tendría tantas ganas de arriesgarse como la propia Skylar, así la persiguiera la típica turba de vecinos enfurecidos con antorchas y rastrillos intentando detener al monstruo y sus no menos monstruosas aspiraciones de vivir una vida digna junto a uno que le interesa y mucho.

No sé cómo sería el final -soñamos con que se convierta en una serie de muchas temporadas- , pero si hay algo seguro, es que estos hijos de puta me han robado mis pensamientos e inquietudes más frecuentes en los últimos tiempos.

Confío en que en unos días me salga la crónica, espero que la parroquia no destroce el bar porque hoy no estuviese de humor...


*El texto no es exacto, se trata de una traducción mía sobre el guión original y los trocitos que recuerdo de "El indomable Will Hunting" (1997) de Gus Van Sant.

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December 7, 2004

EL DÍA DE LOS FAMOSOS

Lainvasiondelosultracuerpos.jpg

Uno de los trífidos, concretamente la otra Carmen de España, firmando autógrafos a dos o tres de los incautos cegados por la caspa diariamente lanzada por ciertos marcianos bastante identificados…

A continuación, un avance en flash-forward de otro viaje más, correspondiente al penúltimo día del Departamento Socialista de Fenómenos Paranormales, de vacaciones por asuntos propios y a imitación de tía Jessica Fletcher –por supuesto, nosotros también somos sobrinos suyos- aprovechando para investigar una veta casual que surgió debido a una sugerente concatenación de visiones de famosillos españoles de variada ralea, en un goteo progresivo que empezara el domingo anterior con el avistamiento de un solitario Montxo Armendáriz en una imitación de taberna vasca muy lograda, aunque un poco cara, más la fugaz visión del Paco de “Paco y Veva” caminando apresuradamente por la acera.

Nos levantamos tarde, tras un merecido descanso y repetimos en un italiano de grato recuerdo en el que de repente, se nos aparece Fran Perea saliendo de una de las salas del restaurante, acompañado de un chico rubio con gafas provocando comentarios como “Qué bajito es”, “Yo soy más guapo” y “Qué pantalones más feos”: a riesgo de que alguna me cite al amanecer para elegir padrinos, he de mostrarme de acuerdo con el segundo ejemplo y la persona que afirmó tal cosa, y más cuando volvió a pasar porque se habría dejado algo, así que tuve ocasión de observarlo al detalle; pensé que tres o cuatro enloquecidas fans se estarían tirando de los pelos, disputándose la funda de la guitarra del chaval o su bolso, pero en aquel momento no había cúmulos de hormonas disponibles dispuestas a dar el espectáculo. Quizá si hubiera pasado Alejo Sauras…


Luego anduvimos lánguidamente por la ciudad, acudimos a un cibercafé como los adictos que somos, a mirar el juego de fútbol y a rematar cierta discusión literaria iniciada días antes en mi foro de cine, sobre si Carmen Martín Gaite era una de las mejores escritoras en lengua española o si se trataba de una apreciación personal algo exagerada: por supuesto, empecé yo porque el promotor de la superioridad indiscutible de la escritora sobre todas las otras se atrevió a igualar a la Grandes, en su supuesta calidad de engendro, a nada menos que a la Etxe. A todo esto, ya nos podríamos encontrar algún literato, en vez de tanto actorcillo televisivo, por no hablar de lo espeluznantemente revelador que es ver como el único al que tratan como a una diva es a Carmen de Mairena, suceso del que incluimos una prueba subrepticiamente tomada por la cámara implacable de Isabelo.


A medida que fue anocheciendo, nos apercibimos de que en la Gran Vía se preparaba el estreno de lo nuevo de Santiago Segura, una prometedora farsa sobre pijos trasnochados, y vimos al Puigcorbé sacando dinero de un cajero en compañía de una joven, bastante más que él, por decir algo. Antes ya habíamos visto una larga cola frente a Madrid Rock, en la que numerosos de sus componentes llevaban un cedé de Marlango en la mano. La perspectiva de ver a Leonor Watling en persona nos pareció interesante a ambos, si bien sospecho que nuestros motivos divergirían en algún punto relacionado con su aspecto exterior: pero sí, era tan guapa como en la tele, y pese a que no podría asegurarlo con certeza, no llevaba ni un potingue en la cara.


Sin embargo, no sabía la que se me venía encima. Tras pasar desapercibidos mirando las estanterías tanto en el primero como en el segundo piso como quién no quiere la cosa, atentos a dónde sería la inminente presentación del nuevo trabajo del grupo -él preguntando socarronamente desde cuando me gusta el metal, yo explicándole quién es Peggy Lee- y con cierto remordimiento interior por no poder perdonarme del todo esa irresistible atracción por la celebridad, un infantilismo injustificable más y un rasgo de pertenencia a esta sociedad materialista no del todo asumido por mis suicidas pretensiones de honestidad total, al fin y al cabo.


Justo cuando acabamos de asomarnos por encima del grupo de admiradores allí congregados, viene hacia nosotros un tipo alto con pinta de modernillo, y se presenta diciéndome a ver si quiero pedir un vídeo, que necesitaban a alguien…mientras me devanaba los sesos buscando alguna manera de negarme sin encontrarla y un videoclip del panorama actual que no me causara algo entre la indiferencia y el horror, el metalero de mi acompañante le soltaba al temible calvo de Rockola 40 que podía pedir uno de unos tales Brujería, provocándole una cierta sonrisilla combinada con un “Qué gracioso” mascullado entre dientes que venía a significar que a él no le iban a dejar pedir un vídeo ni en vidas posteriores. De los fieles servidores de las discográficas partió la idea de que daba igual si no sabía ni quiénes eran, o que no los hubiese escuchado en la vida, que pidiese “Lo último de Marlango” y entonces, sin comerlo ni beberlo, el calvo me dijo “¿Estás lista?” y sin darme tiempo ni a contestar, me deslumbró un potente foco, tras el que apenas se veía la cámara, y empezó a acribillarme a preguntas tales cómo:

-¿Qué te parece Marlango?

-Pues están bien, sobresalen por encima de la media…

-No llevas el disco, ¿qué te van a firmar entonces, la bufanda?

-Eh…bueno, lo compraré otro día, sólo he venido a verlos.

-Bueno, ¿y qué vídeo quieres ver?

-Pues lo último de Marlango, por supuesto.

Entonces se acabó el show y el calvo cabrón me dio un par de palmaditas en la espalda, mientras me daba las gracias y me decía “Has estado cortadita, eh” y yo respondía “Es que lo soy…” , riendo sin demasiadas ganas. Esto me pasa por venderme a la industria obedeciendo al natural anhelo de perpetuar el legado de mis ancestros, ya lo decía el anciano pirata filósofo del barco que Astérix y Obélix hundían álbum sí y álbum también, vanitas vanitatum et omnia vanitas. La fama costará sudores varios, pero valer, vale poco.

Ni que decir que uno que yo me sé se estuvo descojonando hasta la hora de cenar, advirtiéndome de lo que podía significar para mi hipotético prestigio literario futuro el que existiera una filmación de mi persona mintiendo como una bellaca sobre el presunto conocimiento de un grupo de culto prefabricado, sólo por haber cedido a la mundana tentación de salir en la tele, cosa que no ocurriría debido a que no di demasiado juego, aunque a mí me intrigaba más que me hubiesen elegido, con lo afotogénica y lo vieja que soy: según el señor, era porque todos los demás habían huido prestamente. *Ouch*


Cómo concluyó el Capitán, seguramente elegirían al típico gordito que había venido en exclusiva a ver cómo estaba Leonor de cerca, acusándole precisamente de eso para sacarle los colores y filmarlo.


El pago de la deuda kármica contraída por mi rojo no se haría esperar, pues protagonizaría un cómico episodio en el restaurante gallego en el que recalamos: tras los montaditos, los mejillones y los calamares, se vino a nuestra mesa el solícito dueño con una botella helada cuyas formas me resultaban familiares y que contenía un resplandeciente líquido entre el verde y el amarillo, sirviéndonos un chupito a cada uno: al bebérmelo yo de un golpe –bien es verdad que sentí una ligera quemazón interior- , Isabelo exclamó “¡¡ Pero qué haces, insensata, qué es Cardhu!!”…entonces volvió el señor, y mirando burlón su vasito medio lleno, le dijo “vaya, ¿te ha ganado?” y me preguntó si quería otra, ofrecimiento que yo decliné, no fuésemos a terminar al borde del abismo en absurda competición etílica. Al parecer se trataba de un whisky de hierbas, si no recuerdo mal, de ahí lo peculiar de su coloración.


Finalizada la intensa jornada, regresamos a nuestro hotel, dispuestos a disfrutar del poco tiempo que nos restaba en los Madriles, el cuál y el que le precedió serán expuestos en forma de crónica en un próximo post.

Posted by xisca at 4:59 AM | Comments (1)

December 6, 2004

HOY CEDEMOS LA PALABRA

No fue la Ser, fue usted

En la mañana del 14-M estuve unos minutos en la Ser, compartiendo tertulia con Luis María Pomar y Basilio Baltasar. No noté olor a azufre, ni siquiera me esposaron. Por si acaso la ciudadana Charlize Theron estaba escuchando, pronuncié una frase categórica: “La ciudadanía ha demostrado que está muy por encima de los políticos, y también de los periodistas”. Contemplaba entre los últimos a los profesionales de la cadena, e incluso a mí mismo. Es obvio que yo ignoraba por entonces el resultado electoral, aunque Aznar sostiene que esa emisora ya lo conocía, en cuyo caso debieron tener la decencia de avanzármelo. Con todo, me apetece que les apetezca retomar mi meditación.

En efecto, no fue la Ser, fue usted. Multiplicado por varios millones, usted arrancó a los medios de comunicación de la conmoción causada por el 11-M. La prensa pecó masiva y mansamente de credulidad, los columnistas se asustaron y se asentaron los tópicos. No nos asombra que Zapatero se creyera a Acebes, hasta el célebre detector de chorradas –bullshit detector- de los periodistas quedó aturdido por las explosiones.

Entre el 11 y el 14-M, los ciudadanos fueron por delante de sus medios. El punto de inflexión se cifra en las manifestaciones del viernes por la noche, donde las pancartas doloridas quedaron ocultadas por otras en las que lucían los interrogantes sobre la autoría de la masacre. Los escépticos obligaron a los medios a sacudirse la modorra. En ese momento, y este fenómeno jamás lo entenderá un hispanoespañol como Aznar, emerge una dinámica espontánea e incontrolable que posee una ciencia propia, la complejidad, a resumir en que el todo es más que la suma de las partes. La esclavización de RTVE es estéril o, como ya advirtiera Umberto Eco, se torna contradictoria. Los espectadores desean que aparezcan en pantalla Urdaci y Zaplana para reírse abiertamente de sus mentiras. Surge la necesidad imperiosa de burlar a un Gobierno burlón. Las urnas, y no la Ser, le brindaron a usted esa oportunidad.

No es casualidad que el viraje sobre la verdadera naturaleza de los atentados quedara prefigurado en Barcelona, la urbe con ciudadanos más formados y medios tradicionalmente más acobardados. Sin embargo, y quizás espoleados por el ambiente, La Vanguardia y El Periódico dieron sendas lecciones de diligencia informativa después de la tragedia. Y si no, recuerden que Aznar habla mucho de la Ser, pero nunca denuncia a El País. El referente se quedó mudo y ciego, escribió algunas de sus páginas menos gloriosas. Como en la dictadura, la prensa extranjera volvió a hacerse imprescindible para saber qué ocurría en España.

Fue usted, no la Ser. El viernes por la mañana, con la cinta coránica recitada de corrido por un corrido Acebes, el diablo Gabilondo se mostró conciliador en extremo, y dispuesto a comulgar cualquier versión gubernamental. Sólo usted excomulgaba en aquellos momentos. Un día después, sus sospechas solidificaron con las primeras detenciones y con la aparición de un Rajoy disfrazado de Bela Lugosi. Dos días después, usted sentenció en las urnas, para asombro de la población inteligente del resto del planeta, las mentiras de Aznar. El lindo Zapatero ejerció de bella durmiente durante aquellas vertiginosas jornadas. Ni se enteró. Qué sería de ZP sin Aznar.

Los directores de grandes medios informativos relatan hoy con pormenores sus conversaciones con Aznar el 11-M. Lo hacen para denunciar al ex presidente –demasiado tarde- pero, sobre todo, para justificarse. En efecto, el hincapié en los embustes presidenciales no debe hacernos olvidar que fueron creídos a pies juntillas por los vigías preclaros de la profesión. ¿Qué clase de periodista se deja engañar por un político, y cambia una portada para mencionar a ETA, sólo porque la Moncloa así se lo sugiere -ordena-? Katharine Graham desde el cielo y el incombustible Ben Bradlee desde la tierra, pues todavía aporrea a los pusilánimes Demócratas en la CNN, deben reírse a carcajadas de la credulidad de sus colegas españoles. Su Washington Post nunca fue tan dócil con Nixon, ya sea en los Papeles del Pentágono o en el Watergate.

“Ha sido ETA porque me lo ha dicho Aznar” no es un aval de inocencia. De hecho, usted no lo creyó. Ni siquiera importaría que ahora se descubriera que el 11-M tuvo una matriz etarra, como desea el aznarismo. Lo imperdonable es que lo proclamara como incontestable cuando no disponía de ninguna prueba al respecto. Sobre todo, que mantuviera esa autoría cuando las evidencias apuntaban en sentido contrario.

Aznar carga contra el intermediario, porque nunca le creyó a usted demasiado inteligente. Pensó que lo tenía maniatado y narcotizado, ya ve. Otrosí, que diría Rajoy, qué más quisiera un grupo de comunicación que cambiar arbitrariamente el destino de una nación. Eso sólo lo creen los políticos mallorquines del Basural. La prensa encauza, como máximo. La Ser ya existía en el 2000, cuando el PP logra la mayoría absoluta que dilapidó en una borrachera de arrogancia. Para explicarlo, nos detendremos en el cine. En El manantial –quizás la única interpretación decente de Gary Cooper- , adaptada de una obra de la libertaria Ayn Rand, el dolorido Raymond Massey interpreta el dueño de un periódico, The Banner. Cuando sus amigos le piden que cambie su curso, les recuerda que la información posee una dinámica propia, sin dueño. Otra vez la complejidad -a resumir como la gota que colma el vaso-, otra vez la emergencia, otra vez las cosas incomprensibles para Aznar.

En fin, que no fue la Ser, que fue usted. Por todo ello, y como ciudadano que soy, muchas gracias, usted. Siga vigilante, desconfiando de los políticos y de los periodistas. Sólo así logrará tener algún día los que se merece.

Reflexión dominical iluminada: “La oscuridad es imprescindible para descubrir la luz”.

Matías Vallés

“Boulevard”
Diario de Mallorca
Domingo, 5 de diciembre de 2004

*Falta la foto de Ánsar en el centro del artículo -a estas horas podría ser una crueldad postear tal cosa-, cuyo pie reza así: "Aznar mira fijamente al culpable de su desgracia, usted mismo."

Creo que un articulista como éste podría y debería equipararse a nuestros tenistas...mallorquins com vós ès lo que necessitam.


Posted by xisca at 5:25 AM | Comments (0)