Ive never been closer
Ive tried to understand
That certain feeling
Carved by anothers hand
But its too late to hesitate
We cant keep on living like this
Leave no track
Dont look back
"Temptation"-Heaven 17
Es cierto. Jamás había estado tan cerca de salir del bosque, quizá sea pronto para decirlo y persista en mí la superstición absurda de que en el momento en el que me confíe se desvanecerá todo, pero es posible que este año haya sido decisivo en mi vida, debido a hechos, personas y situaciones que han cambiado algunos de mis conceptos sobre la vida y derivados.
Ya supongo que viene de atrás y que este proceso seguirá adelante, que incluso es posible que haya retrocesos, aunque ya no lo sea volver a aquella penosa situación inicial de hace tres o cuatro años, sin ánimos, sin dinero, sin amigos de ninguna clase...y si se produjera la catástrofe, sé que sabría capear el temporal e intentarlo de nuevo, no como otras veces. A ese castillo ya no volvemos.
Otra novedad ha sido la desaparición de mi peculiar concepto de la moral, basado en el más puro desconocimiento y en ese miedo a lo desconocido de toda la vida, que va siendo paulatinamente sustituido por una especie de zona del crepúsculo en la que todo es posible y en la que me siento muy a gusto, como una especie de Rod Serling de lo sentimental. Quizá ese sea mi lugar, entre la luz y la oscuridad, entre Callao y Ghostwood.
Mientras muerdo esta última manzana, pienso en que va a ser otra vez la luna sobre la calle Bourbon, si bien ahora enfoca el camino hacia una cocina mucho menos siniestra que la de la bruja, pero no por ello carente de posibilidades estimulantes.
Esperemos que el 2004 nos sea leve, señores y señoras. Hasta el año que viene.
Mi atención empezó a centrarse en este actor a raíz de una anécdota personal, puesto que recordaba a este niño perfectamente:
"El niño de los cabellos verdes"-1948 de Joseph Losey, fue de los primeros filmes que comprendí en mi vida. Al revisionarlo el año pasado, me asombró como durante veinte años, había conservado el recuerdo de esta ingenua, pero aún vigente y necesaria película. Justo cuando me compraba mis primeras revistas de cine y empezaba a interesarme por David Lynch y su obra, averígué que la imagen que tanto me gustaba de uno de mis videoclips favoritos de los ochenta, "In dreams" de Roy Orbison, pertenecía a una película titulada "Terciopelo Azul"-1986, una historia que llegaría a formar parte de mis obsesiones personales, una parte de las cuales es el propio pelirrojo de Missoula.
Una incipiente cinefilia y mi fascinación con las extrañas coincidencias, harían el resto. Por si esto no fuera suficiente, averigué que aquel actor de errática carrera era nada menos que Al Calavicci, mi almirante favorito de la T.V. en "Quantum Leap" de Donald Bellisario, sin duda una de sus mejores interpretaciones, un personaje hecho a la medida de sus características gestuales y su peculiar idiosincrasia física. Es incluso mejor que "Magnum", y que Higgins me perdone...
Estamos hablando de uno de los intérpretes más trabajadores de Hollywood, con un pasado dorado de niño prodigio de la MGM, una juventud prometedora, y cierto descenso a los infiernos de la serie B para acabar renaciendo en los ochenta, como estrella de culto con algunos papeles protagonistas de importancia y cameos al servicio de grandes cineastas, como es el caso de su Howard Hughes para Coppola en "Tucker, un hombre y su sueño"-1988 o el Dr.Wellington Yueh en "Dune"-1984 , también de Lynch. Dos perfectos ejemplos de su gusto por los papeles pintorescos.
De su etapa infantil destacaría sin dudarlo sus bailecitos con Gene Kelly y Frank Sinatra en la un poco cutre y pastelosa "Levando Anclas"-1945 de George Sidney y la mucho más consistente "Kim"-1950 de Victor Saville, con un insólito Errol Flynn y Dean interpretando un papel casi adulto, el de un pequeño agente doble en la India de Kipling. Incluso empieza ya a no soltar el puro ni para dormir.
Como niño prodigio, resulta de los más naturales y graciosos que he visto, amén de su aspecto sanote, muy de la época. Según la biografía de Terenci Moix era su "niño ideal"...
Ya más crecidito e incluso de buen ver, en plan James Dean siniestro, intervino en un pequeño clásico del Cine Negro, "Compulsion"-1959 de Richard Fleischer, precursora directa de los thrillers de psicópatas diversos que tanto se estilaron en los noventa.
La tarde que la vi en La Dos me entusiasmó, está muy bien interpretada y posee vigor e interés. Basada en un hecho real acaecido en los años veinte, cuenta la historia de una pareja de estudiantes judíos, Richard Loeb y Nathan Leopold, que asesinan un niño sólo con el fin de demostrar su superioridad moral sobre el resto de mortales.
Hitchcock tomaría esta misma historia como base para La Soga, que fue lo que imagino que eclipsaría la versión de Fleischer, cuyas bazas frente a los venenosos diálogos de Hitch son su capacidad de sugerencia y el enfrentamiento entre el vulnerable personaje de Stockwell y el auténtico cerebro del "crimen perfecto", un joven Bradford Dillman.
En cuanto al resto de los sesenta, intervendría también en las para mí inéditas y ni olidas "Sons & Lovers"-1961 del director de fotografía Jack Cardiff, sobre una novela de D.H. Lawrence y "Long Day´s Journey into the Night"-1962*, adaptación del drama de Eugene O´Neill con la gran Katharine Hepburn y Jason Robards, de Sidney Lumet.
Más adelante y tras haber dirigido obras de teatro siendo muy joven, le dió por hacerse hippie a los treinta y dos y empezaron las locuras. Tuve el dudoso privilegio de visionar dos muestras de ese extravagante período, que se extendería hasta los primeros ochenta:
En "Psych-Out"-1968 de Richard Rush, nuestro amigo es un tal Dave, versión sesentera y con peluca del típico ligón de comuna- como si eso tuviera algún mérito en esas circunstancias- en lo que acaba por ser un panfleto moralista contra los tripis y sus catastróficas consecuencias. Al final es atropellado por culpa de una sordomuda y escurridiza Susan Strasberg. Y es que ya lo dijeron en aquel cameo suyo como villano en cierto episodio de "El Equipo A": "Este, por unas faldas se iría hasta el infierno". Como muestra hilarante de la cultura pop está bien, aunque mejor una de los Beatles.
"The Dunwich Horror"-1970 de Daniel Haller, es aún peor si cabe, impresentable y tan cómica como psicodélica versión libre del célebre relato de H. P. Lovecraft - al menos me animó a leer algo del autor-, cuenta con la presencia de Sandra Dee como el objetivo del Brujo que interpreta Stockwell. Sigo pensando que debieron hacerla sufrir más, sobre todo por esos melodramas adolescentes con Troy Donahue...eso sí que daba miedo de verdad.
Sin embargo, y de veras lo lamento de todo corazón, existe el bodrio definitivo de su carrera, la mítica "The Werewolf of Washington"-1973 de un tal Milton Moses Ginsberg(?), cuyo jugoso argumento consiste en que el secreto del Presidente no reside en la típica fuga de capital, sino en unas transformaciones nocturnas harto sospechosas...¿alguien ha conseguido verla y podría contar su experiencia?
Y llegamos a los ochenta, la década de su resurgimiento como actor, cameos mediante y con algún que otro papel principal, aunque su labor más sólida se compone de una larga ristra de secundarios aquí y allí, e infinitas apariciones televisivas con nocturnidad y alevosía.
Así y todo, aún le quedaba un as en la manga...es que es tan raro. Pero por eso lo queremos tanto.
"The Human Highway"-1982 de Neil Young (!), musical marciano con las estimulantes presencias de Russ Tamblyn y Dean mismo, recuperando sus pasos de baile de antaño y ofreciendo un esperpéntico espectáculo contra las centrales nucleares- Devo también se pasean por allí, de hipotéticos colegas de Homer fluorescentes- de talante ingenuo, desconcertante y definitivamente pasado del todo.
(Y pensar que la encontré una mañana de pellas de la Uni en El Corte Inglés. Fue el destino, no me cabe duda. )
Y ya hablando en plata, sus mejores actuaciones, a mi parcial y subjetivo entender:
"Paris, Texas"-1984 de Wim Wenders, contenida road-movie donde Dean es el atribulado hermano de un ausente Harry Dean Stanton, que viene a arrebatarle el sobrino que se había convertido en el hijo que él y su esposa no pudieron tener. Por una vez, interpreta a un tipo normal, y lo hace con esa naturalidad de los grandes, sin aspavientos y sin casi nada. Y resulta que lo es todo.
"Jardines de Piedra"-1987 de Francis Ford Coppola , obra "menor" de Coppola que habla de un tema muy importante: como afectan las guerras al que se queda en casa esperando, algo que me interesa más que mil batallas, por muy espectaculares que sean. Aquí Dean es un militar de alta graduación que cuida de que D.B. Sweeney y sus condiscípulos lleguen sanos y salvos a Vietnam. También constituye una reflexión sobre el modo de vida castrense.
Y por último, una de las mejores comedias de los ochenta, la portentosa y entrañable:
"Married to the Mob - 1988 de Jonathan Demme.
Singular filme que con nuevos visionados- y fueron muchos, demasiados, tuve que desgrabarla para no llegar a aborrecerla- gana en detalles y en interpretaciones.
En primer lugar, el ambiente mafioso de Angela Di Marco( una Michelle Pfeiffer bastante graciosa) es enfocado como si de un entorno normal se tratase, hasta el asesinato de su marido y la entrada en escena de Tony "El Tigre" Russo, un Dean Stockwell desatado, más histriónico que nunca. No hablemos ya de la loca histérica de Mercedes Ruehl y su corte habitual de esposas de criminales.
Un detalle a observar es que todos los gangsters van vestidos de forma anacrónica, supongo que parodiando al típico mafioso de las películas de los años treinta. Los federales no son menos desconcertantes, pues la pareja formada por Matthew Modine y Oliver Platt son unos chapucillas bastante cómicos, especialmente el ingenuo Modine, que es increíble que no lo descubran en menos tiempo. Cabe señalar que Demme parece sugerir en algunas escenas que los supuestos buenos y los supuestos malos se parecen más de lo que nos gustaría, como sucede en la realidad, a pesar de ser una especie de farsa superficial.
El fondo en el que se mueven todos estos peculiares caracteres no resulta menos curioso, sobre todo la peluquería en la que trabaja Angela y el Miami más hortera que te hayas echado a la cara. Finalmente es algo así como un relato costumbrista sobre la cotidianeidad de unos gangsteres.
Pese a cierta sobreactuación por parte de todos, -que a mí no me molesta porque me encanta-, resulta una propuesta ochentosa encantadora y a reivindicar.
Otro a reivindicar es este actor, versátil hasta límites insospechados, y del que probablemente no fueron aprovechados todos sus recursos, debido a una aparente irresponsabilidad por su parte o a un pasotismo total, siendo optimistas. No quería ser una estrella, y no lo ha conseguido del todo...aún en las películas más horrorosas de su extensa filmografía, da lo mejor de sí mismo.
Por eso ,cada vez que lo veo pienso...
!!!QUE VIVA DEAN STOCKWELL, COÑO¡¡¡
*Tuve ocasión de ver este film hace poco y resultó no ser gran cosa, a pesar de su reparto: el problema es que es teatro filmado y le faltaba garra, así de simple.
**Originalmente esta frikada suprema era un post en mi foro de cine favorito, pero he pensado que también debe tener un lugar aquí, como otros posts de cine o TV que he reciclado o reciclaré a tal efecto.
[JACK & SALLY]
And sit together, now and forever
For it is plain as anyone can see
We're simply meant to be...
Aprovecho estos momentos de lucidez y sobriedad para desear unas Felices Fiestas a todos los dislocados esqueletos de este tétrico y exhibicionista lugar, y porqué no, de otros que no lo son menos...
Uno de los sueños prohibidos de cualquier persona mediterránea consiste en unas Navidades Blancas como las de la famosa canción de Bing Crosby, con copos de nieve cayendo suavemente como en las películas, hasta producir una capa lo suficientemente espesa como para comprar un trineo y lanzarse cuesta abajo. Nunca pensamos qué haríamos si realmente nos nevase medio metro o así en el pueblo y nos quedáramos incomunicados o si podríamos soportar temperaturas terribles a las que no estamos acostumbrados.
Pero hoy no nos interesa hablar de eso, sino del insólito espectáculo que constituye cada una de las breves y reales nevadas que se han sucedido y se suceden aquí cada cuarenta años, más o menos. Por tanto, no me estoy refiriendo al hecho de que las cumbres de las montañas queden ligeramente blanqueadas y ya está; las calles, las casas y las palmeras deben quedar igual, y a poder ser, en cantidad. Una palmera cubierta de nieve es una imagen casi surreal, aún recuerdo la única que he visto nunca, en mi propio jardín, convertido en una postal: un paisaje desconocido contemplado por una carita de diez años pegada a los vidrios.
Aquella misma tarde había empezado a nevar, y mientras la señorita decía que que era aguanieve, mis compañeros de clase se levantaban para comprobar cómo cuajaba en los tejados. Cuando la maestra lo vió, dejó que se nos viese desfilar en silencio tras las ventanas del laboratorio; por una vez, los otros estuvieron tan callados como lo solía estar yo, que me limitaba a observar desde la Luna de Valencia, como siempre. No era Navidad, pero que más da.
Aparte de este momento mágico, hay otro que puede que lo sea más y es el descubrimiento de otras formas de comunicación que no te obligan a hablar: leer un cuento que has escrito y ver que, por una vez, los demás ríen contigo, que cuelgan tu cuento en el tablero de corcho de la clase. Aunque supieras que la semana siguiente todo seguiría igual, que continuarían los porqué no hablas, o porqué hablas tan poco o todas aquellas preguntas estúpidas sólo hechas para escuchar tu valiosa voz, exótica e inalcanzable como un Edelweiss perdido en una cordillera suiza. Parecía que su único objetivo en esta vida fuese arrancarle cualquier frase, cualquier grito a la niña pálida, silenciosa y triste que sólo leía, a Blancanieves en su ataúd de cristal.
He observado que ahora hay más niños y niñas que no hablan. En la actualidad lo definen como "problemas de comunicación" o "falta de habilidades sociales", pero aún no saben resolver el rompecabezas que les regaló La Dama de las Nieves y que les helará el corazón. Yo tampoco sé acabarlo, pero al menos les entiendo, sé cuánto sufren cuando les entra un pánico indescifrable a la hora de saludar a alguien, cuando se esconden de las visitas, cuando piensan que hoy ha sido un buen día porque no han tenido miedo. Estoy con ellos cuando salen de la escuela y cogen un camino diferente del habitual para no encontrarse con los de siempre, cuando juegan solos en su casa, cuando los de siempre no los dejan entrar en la biblioteca sólo para que lloren y así ellos sentirse mejor: tienen todo el derecho a hacerte eso, ya que ellos son "personas normales" y tú no; de hecho nunca lo serás, pero ellos tampoco.
Gracias al cielo, las personas normales no existen, cómo no hay dos copos de nieve iguales.
En los sueños, la nieve representa la muerte y la soledad, pero también representa la inocencia y la pureza: por eso es un símbolo poético al que se recurre con frecuencia, presente en cientos, miles de poemas, novelas, canciones y películas: la que mejor ilustra el tema del diferente entre iguales mediante este símbolo y otros no es otra que "Eduardo Manostijeras", una película que parece transcurrir en el interior de una de aquellas bolas de vidrio que se agitan en todas direcciones a fin de que la falsa nieve caiga sobre un diminuto paisaje de plástico, uno que el pobre Eduardo jamás podrá olvidar después de comprobar que sus habitantes están hechos del mismo material.
En esta sublime y redonda obra de Tim Burton, Kim, el personaje interpretado por Winona Ryder, tiene toda una colección de bolitas de vidrio en su habitación, ya que vive en una imitación de la frívola California en la que jamás nieva. En una de las escenas más bellas de la historia del cine, Kim baila mientras copos falsos de hielo caen sobre ella, producidos por el amable Frankenstein que vive en un castillo recortando fotografías de las revistas, reflejos engañosos de un mundo al que ansía pertenecer...es este un genuino cuento de hadas, que recomiendo fervientemente a todas aquellas personas que no sean "normales".
Este es el artículo del que os hablé hace algún tiempo, fue uno de los muchos que escribí para mi página mensual en la revista de mi ciudad, durante unos tres o cuatro años: éste data de Diciembre de 1999, nada menos. No ha nevado mucho desde entonces, me temo.
Por mil cartas que enviara, por cien diarios que llevara o por diez weblogs que hiciera, siempre llegaría el momento de explicar esta historia, la neura primordial, el trauma primero que desencadena todos los demás ayudado por un puñadito de factores nada halagüeños: un colegio de ricos, una familia pobre, una niña sobreprotegida y sobrecargada de hermanitos menores, unas mentes mezquinas y cerradas a cal y canto, y unos compañeros influenciables y bastante cerriles en su mayoría, todo ello aliñado con un poco de mala suerte.
Desde el principio encontré un refugio en la expresión no verbal: antes de aprender a redactar con cierta soltura, solía pasar muchas tardes dibujando y coloreando, pero tras la decisiva llegada a mi clase de una niña belga que dibujaba maravillosamente y por lo que pasé una crisis de envidia que acabó por trocarse en admiración -al final aprendí a dibujar los árboles como ella- y al descubrir un curso más tarde, que en efecto, se me daba mucho mejor escribir, lo fui dejando hasta que aquellas grandes cajas de rotuladores y ceras que me pasaba el día ordenando según el espectro de colores del arco iris fueron sólo un recuerdo.
En la adolescencia las cosas se irían arreglando: al llegar a octavo me había convertido en una especie de niña salvaje de Truffaut, no sabía que querían de mí los niños y debería decir que ni siquiera me interesaba, seguía jugando con mis juguetes, leyendo infinidad de libros y viviendo prácticamente al otro lado del Espejo...solía ir en pandillas de niños más pequeños, pero pronto me rechazaron , así que volví a quedarme sola. De todas las tonterías que me ocurrieron por aquella época recuerdo especialmente una que nunca he olvidado: una noche de Reyes, tendría yo once o doce años, y para mi sorpresa y mi recelo, dijeron mi nombre por los altavoces. Mientras me dirigía al escenario para que aquella alegre duendecilla adolescente me diese el regalo, iba muy seria, temiendo que hubiese gato encerrado: en efecto, al abrir el regalo, este resultó ser una gran piedra. Nunca olvidaré la cara de la pobre chica, lo roja que se puso...lo único que hice fue dar media vuelta, bajar de la pantomima y largarme a casa, sin una lágrima, sin una reacción.
Tengo más como esa, pero la memoria es piadosa y sólo me ha dejado algunas.
Visto el panorama, a los catorce años mi madre resolvió llevarme a un internado de chicas, -previa preparación del terreno en algunos campamentos de verano en los que por primera vez llegué a hacer amigas, libre de mi papel, en un lugar desconocido- en vistas a evitarme posibles daños físicos o psíquicos infligidos por compañeros de instituto poco comprensivos: craso error, pues me metió en un colegio de ricas.
Además las otras internas eran de mi ciudad, y aunque hice amigas de la capital y de otros pueblos, ellas se encargaron de hacerme la vida imposible acomplejándome aún más con sus salidas y sus novios, esas cosas que yo y las otras dos marimachos frikis de pueblos del interior que eran mis amigas nunca tendríamos...nos consolábamos de tamaña falta de perspectivas vitales intentando resolver el asesinato de Laura Palmer antes que el agente Cooper y buscando gorras del FBI en una tienda militar :P
Así empezó todo, con el Sheriff Truman quitando el plástico...lamentablemente, una aparente crisis de identidad a los dieciséis, que me hizo empezar a contestar a los profesores y suspender siete de una tacada me mandó a un instituto de otra ciudad. Nunca volví a ver a las mejores amigas que he tenido nunca, pero fue increíble, no sólo los tíos resultaron ser personas que te hablaban y todo, sino que mis frikismos fueron tan bien vistos que me quedé allí unos cuántos años de más gracias a mi acostumbrada indolencia académica y a la cercanía de un estanco surtido de revistas de cine y un bar en el que cabía segundo de B.U.P entero en el baño. Creo que el de Historia aún los busca :P
En esos años de adolescencia no salía, llevaba vida de friki monacal y no solía ir más allá de la biblioteca, ni era especialmente coqueta, solía ir un poco chico con greñas, no teníamos dinero y mi ropa seguía siendo heredada de mis primos ricos en su mayoría: yo me inventaba mis conjuntos y siempre acababa en plan dandy pordiosero, un estilo que siempre le sentó mejor a mi hermana que a mí.
Entonces seguía con la manía de callar, escuchar y observar, mis compañeros sabían de mis ideas por ser expuestas en alguna que otra redacción y en las pseudo-críticas de cine que escribía para la revista del instituto. Por entonces ya nadie me molestaba, excepto La Psicópata; una tía que llamaba cada sábado a mi casa para decirme cosas que me hicieran sentir mal, como no eres enrollada porque no sales, no tienes amigas etc., no sé muy bien por qué, ni para qué. Se pasó tres años así la tía. Ni idea, vamos.
En mi segundo y último COU llegaron Las Pijas Rematadas, de las que fui "amiga" hasta mi abandono total de Magisterio de Lengua Extranjera, esa carrera que no me interesaba y que nunca debí empezar: digamos que llegó un momento en el que vieron claro que jamás iba a ser como ellas -Grandes Frases para la Historia: "Sólo los chicos tienen colecciones de discos"- y empezaron a putearme para que me fuese de su selecto grupo de Malas Zorras Casaderas Inc., llegando las cosas a su punto álgido cierta noche de noviembre de 1997. Necesitaría un post entero para la noche en la que me di cuenta de que aquello era una farsa y que no creía en su modo de vida.
Justo después de eso conocí al jovencísimo y muy catalanista director de dos revistas locales, la de mi pueblo y el suyo, y nos pusimos manos a la obra. Mientras estudiaba, una vez más, algo que realmente no me interesaba y para lo que encima no servía, si bien era con fines prácticos en exclusiva, y obedeciendo a esos mismos propósitos de enmienda de la Doña Quijota de la casa, me buscaba un infernal trabajillo en un souvenir, empecé a publicar toda clase de artículos. Tenía carta blanca gracias a su presencia, aún recordando que este artículo hizo que él y uno de los fotógrafos de la revista me sentaran en un café y me riñeran por presentarme como víctima, que eso no debía hacerlo. Quizá haya hecho eso a veces, pero nunca fue una intención consciente, cuando escribí ese artículo pretendía que ellos supieran que me habían hecho daño, y que habían incidido muy negativamente en la formación de mi personalidad, en los años cruciales de esa formación, para más inri.
Probablemente, llevo demasiado tiempo deseando una explicación, que algunas personas reconozcan sus errores, incluso alguna que otra disculpa, tanto como para saber que nunca se atreverán, que nunca reconocerán que estuvo mal o que se equivocaron tratándome así, que no me lo merecía. Que alguien debió darse cuenta de que algo me ocurría y que no debieron dejarme a merced del tiempo y del Dios dirá.
Desde que tengo un trabajo y me relaciono normalmente con algunas personas socialmente más o menos aceptadas, ese cada vez menos numeroso y menos poderoso grupo de pijos de pueblo que nos despreciaban a mí y a mi familia ha tenido que aceptar que les guste o no, yo también pertenezco a esa sociedad que ellos creen liderar...si supieran que son el grupo más denostado y despreciado por el resto. Siempre han sido unos imbéciles clasistas y el tiempo acabará por armarles una American Beauty a más de uno.
El disponer de mi propio dinero y de cierta independencia me ha abierto muchas puertas en pocos años: casi todas han sido finalmente descerrajadas gracias a esta ventana al mundo que es el inet , descubierta hace infinitas tardes en un cybercafé y que es todo lo que siempre soñé, esa película y esa novela que nunca se acaban, ese Cheer's where everybody knows your name...hasta he cruzado un par de veces el Espejo y me he encontrado con que los Sombrereros Locos que siempre me gustaron existen.
El problema es que siempre vuelvo a encontrarme con inquietantes retazos de ese oscuro pasado solitario del que a veces temo el regreso definitivo: por ejemplo, el escribir artículos así tiene una clara desventaja. Que otro raro del pueblo, mucho más raro que tú y que encima es gilipollas y te cae francamente mal de siempre, se siga creyendo que tú eres igualita que la que escribió ese artículo hace años y te incordie a la mínima, por ejemplo, un día que saliste sola, hace poco, exigiéndote groseramente que poses desnuda para él en una exposición de esos cuadros que no sabe pintar -nadie se atreve a decirle la verdad porque pobrecito, ya sabéis lo que le ocurrió de pequeño, las chicas no lo quieren etc.- y que tú alarmada por su insistencia y sus muchos cubatas, y por tu propia rabia sorda, te largues dejándolo con la palabra en la boca.
El caso es que este tío me hace sentir como si no tuviera más opciones que él, por mi presunta rareza, como si eso fuera lo que pensara con esa repelente sonrisa de autosuficiencia, que no me vas a decir que NO porque tú eres la novia de Frankenstein, es tu sitio...probablemente, muy probablemente, esto último sea una paranoia navideña de las gordas, y esté muy lejos de lo que el piensa. De hecho, hay más de un listo que me viene los sábados por la noche en plan "Ah me gustaban mucho tus artículos", cuando yo sé perfectamente que lo único que se lee es el Marca y los artículos de la Playboy.
Lo que me asombra es que por primera vez sé que no me merezco a alguien así, a un cabrón que vive del cuento de que se quemó parcialmente cuando era pequeño, que dice no poder trabajar -pero puede salir y divertirse y viajar- y se cree un artista pintando pretendidamente como Van Gogh y al que sus padres siguen protegiendo y enviando a un psicólogo que o no se entera o se entera demasiado.
Yo soy mejor que todo eso, y pienso seguir siéndolo. Y si soy malvada y cruel por tenerle asco a un tipo que lo da, también tengo todo el derecho de serlo.
A hacer puñetas. O esta ciudad necesita un enema o yo necesito un billete de avión...
We met at nine. We met at eight.
I was on time. No, you were late.
Ah yes! I remember it well.
We dined with friends. We dined alone.
A tenor sang. A baritone.
Ah yes! I remember it well.
That dazzling April moon! There was none that night,
And the month was June.
That's right! That's right!
It warms my heart to know that
you remember still the way you do.
Ah yes! I remember it well.
How often I've thought of that Friday, Monday
night,
when we had our last rendez-vous.
And somehow I've foolishly wondered
if you might by some chance be
thinking of it too?
That carriage ride. You walked me home.
You lost a glove. I lost a comb.
Ah yes! I remember it well.
That brilliant sky. We had some rain.
Those Russian songs. From sunny Spain.
Ah yes! I remember it well.
You wore a gown of gold. I was all in blue.
Am I getting old? Oh no! Not you!
How strong you were,
how young and gay;
A prince of love in every way.
Ah yes! I remember it well.
Maurice Chevalier & Hermione Gingold en Gigi (1958) de Vincent Minnelli, un musical de Lerner y Loewe.
Sé a ciencia cierta que Gigi es un repollo con lazo, una cursilada. Y de las gordas. Pero aún así quizá la obscenidad de esa evidencia, su artificiosa sofisticación y esa maravillosa música siguen cautivándome, y ese número con Maurice Chevalier y Hermione Gingold, sentados en el crepúsculo, recordando tiempos mejores a su manera, podría verse como mi favorito en ese musical concreto de Minnelli. Ahora decidme que no es la jubilación soñada.
El resto de la película también es de mi agrado, especialmente The night they invented champagne, The Parisians, que me hace una gracia inmensa, hasta me identifico con esa canción, y el muy malinterpretable Thank heaven for little girls.
Y qué decir de Un americano en París, quién puede olvidar el plano de la rosa o a Georges Guetary construyendo una escalera al paraíso con su voz y la ayuda de unas coristas. O el típico número vitalista de Gene Kelly cantando I got rythm con los chavales del barrio...aparte de la muy hermosa Brigadoon, que sólo la idea de un pueblo escocés reapareciendo cada cien años ya es una belleza en si misma, tengo especial aprecio hacia El pirata, pocos musicales me han hecho reír tanto, con Mack the Black y su Caribe imposible.
Seguramente fue Gene Kelly quién me inició en el extraño amor por esas historias en las que la realidad se suspende y la gente se pone a cantar de repente por la calle, incluso en el caso de que esté lloviendo a cántaros y un policía te esté observando atentamente. Me pregunto qué clase de cenizo podría odiar algo como Cantando bajo la lluvia, que es un complejo vitamínico en movimiento, ni más ni menos. Sigue siendo divertidísima y no puedo evitar troncharme cuando vuelven loco al profesor de dicción entre Kelly y Donald O'Connor, por ejemplo. De hecho, me vería Xanadu ahora mismo, con mi recobrado reconocimiento por las horteradas inmortales de la ELO y a continuación no dudaría en cometer la temeridad de calzarme unos patines... ^_^U
Siguiendo con la enumeración de delitos capitales, de mi infancia recuerdo un ciclo de películas más o menos musicales en las que aparecían siempre Mickey Rooney y Judy Garland, nadie canta But not for me como ella. Ya no digamos ese Have yourself a merry little Christmas de Meet me in St.Louis que siempre logra emocionarme tanto a pesar de mi agnosticismo y el natural hastío navideño del individuo actual. Por supuesto, no podemos olvidar El mago de Oz y su poderosa influencia sobre personajes como Lynch y otros...esa historia da miedo.
Estaría bien volver a ver Easter Parade algún día, me gusta mucho la canción del mismo título que canta con Astaire, otro de los grandes: sus películas con Ginger no me impactan tanto como la espectacularidad y el colorido de otros musicales pero hay un número por el que tengo especial cariño, ese melancólico Let´s face the music and dance, maravillosamente reinterpretado en Pennies from heaven de Herbert Ross, uno de los musicales más amargos que he visto nunca, pero increíblemente bueno. Siempre he pensado que representa la otra cara de esos años treinta que según el cine de la época eran tan glamourosos y elegantes.
Aparte de la imprescindible Cantando bajo la lluvia, de Stanley Donen me quedo con Siete novias para siete hermanos, que te pilla una tarde de domingo en casa y ya no te puedes ir, es imposible. Te retendría hasta en Nochevieja, la muy cabrona. Destacaría los números de Bless yore beautiful hide, con el mayor de los Pontipee buscando esposa y uno muy bonito que cantan todos los hermanos cortando leña mientras nieva.
Sobre otros musicales que me resultan de menor interés, como Ellos y ellas de Mankiewicz o Pal Joey, me quedaría con algunos momentos, de la segunda sobre todo con eso de Bewitched, bothered and bewildered am I... que no sé ahora si lo canta Rita Hayworth o no, pero me gusta la canción.
Ya en los sesenta, creo que My fair lady es insuperable: se hace un poco lenta en ocasiones, pero es tan romántica y graciosa... mis números favoritos siempre han sido el de On the street where you live, los de Eliza con el profesor -in Spain it rains mainly in the plain - o el de I could have danced all night. Qué maravilla.
West Side Story me gusta bastante, pero le falta algo de garra, aunque no sea por culpa de Rita Moreno precisamente: siempre me llega al alma cuando dice eso de Puerto Rico, my heart's devotion/ let it sink back in the ocean...; siempre me conmueve Maria en esforzado playback de Ben Horne en persona, cuando era un buen mozo y aún no le preocupaban las andanzas de su díscola hija por Twin Peaks.
De Noches en la ciudad me acuerdo a menudo, y me gustaría volver a verla algún día.
Sobre musicales de rock, Help! ocupa un puesto de honor en mi corazón por razones extracinematográficas de una beatlemaníaca hasta la médula. Tengo Qué noche la de aquel día! por aquí y aún no la he visto...la mala vida que me pasa factura. Fanatismos exacerbados e irracionales aparte, vi Tommy hace siglos y aún no he podido olvidarla, pero me gustaría pasar otra vez por eso con ojos más expertos; sobre la versión de Hair de Milos Forman, es tan vital y enérgica como el resto de su obra: me encanta cuando Treat Williams se sube a la mesa y anima la cena de pijos. Y a pesar del estropicio perpetrado por Raphael, me sigue gustando The age of Aquarius, con decir que me gusta hasta Good morning Starshine...y luego el musical perfecto de Semana Santa, Jesucristo Superstar, que además de incluir el Ultimo Picnic es pegadizo a muerte. Y no sé quién podría sustraerse al innegable encanto de Grease: esa Rizzo y su There's worse things I could do.
No he visto Cabaret ni Camelot por ejemplo, y de All that jazz casi ni me acuerdo, y de Cotton Club sólo podría decir que sin duda es el mejor papel que ha hecho Richard Gere en su vida, que Am I blue es algo que suelo tararear con frecuencia y que el momento en el que dos hermanos que se habían peleado se reconcilian en pleno baile es inolvidable. Si la viese la compraría directamente.
En cuánto a musicales más recientes, no he visto Chicago, pero soy una gran admiradora del ecléctico estilo de Baz Luhrmann: vi Moulin Rouge y quedé electrizada. Mis números favoritos son Roxanne's Tango y Show must go on, aunque también me gusta el inicio con Nature Boy y sigo soñando que una noche la discoteca se abrirá y será igualito que en el Moulin, y con Ewan MacGregor incluido... :P
Sobre todo, le agradezco a Luhrmann que insuflara nueva vida a un género que parecía tan muerto, con excepciones como la sublime y melancólica Pesadilla antes de Navidad o esa Little Shop of Horrors que tantas paranoias me ha causado en la sala de espera del dentista, recordando a Steve Martin, su tupé y su I am your dentist. Lástima que la bso la tenga en vinilo...
Con lo que me gustaría a mí ver algún musical de estos modernos de Broadway trasladado al cine, como Sweeney Todd o uno sobre cuentos de hadas que se titulaba Into the woods...o El Fantasma de la Ópera, así sabré por fin que tiene de tan fascinante.
Ah, y El otro lado de la cama me pareció muy simpática: me hizo mucha gracia la coreografía aquella de Qué vas a hacer, mientras Ernesto Alterio se pasea compungido por las pistas de tenis, si no recuerdo mal. Y pese a haber oído pestes sobre Trabajos de amor perdidos, a mí y a mi hermana, que seguimos queriendo a Ken y no le consideramos irritante en absoluto, nos encantó.
Y hasta aquí el glosado parcial de una de mis desviadas pasiones. That's entertainment!!
¿Qué, Patty y Selma, ya estáis viendo "MacGyver"?
Pakito el Subversivo, reprochando a sus hermanas mayores que estén viendo el debate de "Gran Hermano", aún desde el distanciamiento irónico imprescindible en estos casos.
Cómo no ocurría desde el primero, este año los hermanos Bouvier -sí Pakito, usted también :P- han seguido GH más o menos, tampoco es que lo sigamos a rajatabla ni nos constituye una obsesión, cómo le pasa a Selma con su Buenafuente del alma. Lo malo de ver Crónicas Marcianas es que acabas siguiendo las peripecias de los habitantes de la casa de Guadalix quieras o no, aparte que este curso se dan dos variables decisivas:
-El que se atreve a encender el televisor y pasar alguna tarde o alguna noche observando la programación, podrá comprobar que se está tocando techo en cuánto a vulgaridad y retroalimentación: no sólo se insultan todos directamente sin ningún tapujo sino que aprovechan hasta el funeral de uno de los suyos para su beneficio. Esto va a estallar de un momento a otro...Gran Hermano resulta de lo más comedido al lado de otras cosas.
-Lo extremo y llamativo de las personalidades de algunos de los concursantes de este año, con especial mención a la insoportable Aida, aún sigue sin saberse si lo suyo es un grave trastorno narcisista de la personalidad o una actuación digna de Oscar, y la alucinante Fresita, inspiración de este post, que probablemente me va a costar el prestigio y los cuatro lectores: ya nunca podré ser Javier Marías.
Una vez superados los lógicos escrúpulos por saber que se está viendo basura pura y dura a sabiendas, hay que reconocer que resulta estimulante jugar a psicólogos de pacotilla con los personajes que pueblan esta granja de Pin y Pon catódica: a cualquiera que le guste desentrañar misterios o padezca de pulsiones similares a ésa, le placerá tratar de establecer qué ocurre en esta función, qué estrategia usan para ganar si es que la usan, la inevitable comparación con situaciones y personas análogas en la vida cotidiana...esa clase de cosas. Mientras uno no acabe de fanático irredento de la cuestión, las cosas no son graves, aún estamos a tiempo de seguir viendo series de calidad y documentales de La Dos y aquí no ha pasado nada.
Antes de nada, debemos tener en cuenta lo forzado de la situación; no olvidemos que se trata de un concurso con un sustancioso premio para el que logre simpatizar con los feroces ciudadanos romanos del público, móvil encendido en ristre. Se les supone la mezquindad, la desvergüenza o la inconsciencia, la desesperación monetaria, puesto que se trata de vender tu vida, de hipotecarla unos cuantos años, un lustro a lo sumo, para luego poner un bareto o una discoteca o en el caso de tener ínfulas de divismo, conseguir un puesto más o menos fijo en la mesa de Sardá.
Por otro lado, nunca se puede dar una convivencia normal entre completos desconocidos que se saben observados y analizados hasta el límite por miles o millones de espectadores, compitiendo por los supuestos arriba explicados y encima encerrados como gatos en una despensa medio vacía, con razón acaban fuera de sus casillas y arañándose por un quítame allá esos cigarrillos, por ejemplo.
De momento el título de Rey y Reina del internado suizo es para Nico, el italiano más tópico que han podido localizar, todo el día preparando pasta y dando voces, cual pálida copia surfista y hortera de Marcello, exigiendo el rispetto que a él mismo le falta en demasiadas ocasiones. Su consorte ideal es la inefable Fresita, señorita fenomenalmente cursi, amante del color rosa y en apariencia, atrapada de forma inexplicable entre esa época que tenemos todas entre los nueve y los once años, llena de chuminadas varias de colores pastel y cositas de Hello Kitty , por ejemplo, y una risible utopía hippie en la que sólo existen su gente y su hipersensibilidad, que supera cualquier complejo del grado que sea que pudieras tener al respecto de tu aguante personal.
¿Siempre has sido una ingenua crédula del copón? ¿te creías la mismísima Princesa del guisante? ¿crees que todo te afecta?...pues no te esfuerces. Siéntate en el sofá, enciende la tele y pon Telebingo, descubrirás la dureza y el cinismo que hay en ti, y te sentirás todo un Clint Eastwood al lado de esta excepcional criatura, cuya naturaleza debería ser investigada por el CSIC sin falta.
Ella se llama Nuria, tiene ahora 32 años -el provocativo regalo de cumpleaños que le hicieron los desaprensivos artífices del programa prueba que nunca tuvieron buenas intenciones, esos sí que saben lo que hacen-, es de Salou, es recepcionista de camping y ha exhibido actitudes y reacciones desmesuradas, producto de un infantilismo casi patológico, no se sabe si buscado por ella misma, viviendo en un cuento de hadas acabado hace demasiado tiempo, o más bien totalmente inconsciente, debido a algún tipo de aislamiento sobreprotector promovido por su entorno: después de episodios como el no aceptar lo que no era ni un intento de crítica a su ciudad natal por parte de uno de los mindundis habituales de este tipo de eventos que pululan alrededor de su estela, sus continuos lloros y rabietas por casi cualquier cosa y su conexión con los entes más paternalistas del lugar, leáse el italianote del que parece estar enamorada, según unos y otros, me inclino a creer que ella es realmente así, que no hay vuelta de hoja.
Y más después de comprobar su falta de suspicacia al recibir como explosivo presente de aniversario nada menos que un vestidito de princesa y una corona, y ataviarse con ello sin ningún pudor para luego bajar la escalera y ser motivo de la risión más despiadada por parte de sus compañeros, unos más viborillas que otros; si ella fuera tan inteligente y calculadora como intenta promover alguno, temeroso de su más que posible popularidad de cara a la audiencia, se daría cuenta de que los excesos de su actitud le pueden pasar factura, puesto que los duros de la película tienen no pocos partidarios , hartos de sus niñerías varias y la quieren fuera del concurso. Se la ve cariñosa e inocente en grado sumo, a pesar de todo y de todos, y aunque tenga tanto las virtudes como los defectos de los niños -a veces puede ser cruel sin proponérselo- a estas alturas me parece imposible que se trate de una actuación, y si finalmente resulta serlo, será para quitarse el sombrero.
Otra posibilidad apuntada por ese Pakito que me afeó la conducta comparándome con una de las cuñadas de Homer, es que siga unos esquemas emocionales autoimpuestos, sólo por una fuerte necesidad de complacer a los demás en cierto modo. Digamos que sería consciente de que está haciendo un ridículo espantoso, pero lo haría por creerlo su cometido en el teatro del mundo, sin atreverse a cambiar por miedo, muy probablemente. En tal caso y quizá también en el otro, no dudo que necesita ayuda profesional y me parece una crueldad y un peligro para su integridad psíquica exponerla en un programa de TV.
Otro punto que me interesa señalar es que en esta situación se hace patente algo que ocurre muchas veces en la vida cotidiana con las personalidades, digamos, más débiles; muchas veces el grupo de amigos o el grupo de compañeros de trabajo, en situaciones similares, es decir, mucho tiempo juntos en recintos cerrados emocional o físicamente, se atreve a avasallar mediante críticas a sus molestas pautas de comportamiento, que igual el avasallado comprende que no dejan de serlo, pero tampoco son peores que otras ni le convierten en lo peor de lo peor, o en un asesino de niños.
Sin embargo, sea para estar a buenas con el típico manipulador mandón y egocéntrico que no soporta que se le robe la atención que ansiamos todos por métodos más legales, como ser uno mismo hasta dónde se pueda sin sufrir percances, sea porque no se comprende a esa persona y se haga un frente común para tratar de descubrir de qué va por las malas, se les suele atacar con más frecuencia que a otros mas peligrosos, que no dudarían en atacar para defenderse o señalar los defectos de los otros, que los tienen siempre, por mucho que intenten ocultarlos.
Por ejemplo, en este caso, ahora mismo el tal Denís la está acusando de manipular a todo y a todos, cuando lo que en realidad está pasando es que le está aplicando su visión del mundo: cree el ladrón que son todos de su condición. En su cabeza no cabe que alguien pueda atreverse a salir sin disfraz al mundo, aunque me sorprende que Nuria no haya logrado ponerse ni siquiera el más fácil de adquirir, el del silencio o la distancia en todos estos años. Es lo que me intriga más de ella.
No se me caen los anillos por admitir que la comprendo hasta cierto punto, que he estado en formas más suaves de ese Vietnam, aunque no seamos iguales, quizá ni parecidas: supongo que no se puede obligar a nadie a cambiar y que es algo que sucede, pero le aconsejaría que tratase de hacerlo, por su bien y por el de otros; eso sí, que tampoco escuche a gente que pretende aprovecharse de como es para su propio beneficio, aún siendo como es siempre me parecerá mejor que los típicos que van de Mr. Wonderful o Mrs. Wonderful sin serlo, que en realidad es una pretensión tan absurda como la suya de ser la princesa de un cuento imposible.
1982, probablemente, mi hermana, mi falsa abuela y yo, tras un soleado paseo en carro por el campo, en el que cogimos flores y al final del cual un guiri amable, de los de antes, nos hizo esta foto a las tres.
Esta expresión inglesa quiere decir, más o menos, "empezar de nuevo" y aparte de eso, es el título de una de mis composiciones favoritas de entre las de John Lennon, por lo enérgico y animoso de la misma, por la alegría que transmite, como si por unos instantes, todas sus recriminaciones a Paul se hubieran desvanecido y volviese a creer en los Beatles, en esa posibilidad de reunión que desapareció del todo un aciago 8 de diciembre de 1980. Cuando aquella bala nos atravesó un poco a todos, tendría yo unos seis años y no encuentro la manera de saber qué estaría haciendo en aquel momento.
Aunque no se corresponda en modo alguno con la realidad, suelo relacionar uno de mis primeros recuerdos de los ochenta con ese asesinato, que para mí siempre será mucho más importante que el de Kennedy y el de quién sea: primero va mi aún nítida cartera del colegio, una bandolera azul eléctrico con un bolsillo transparente que contenía una inidentificada carta de la baraja española; a continuación voy yo de la mano de mi madre y al llegar a clase como cada día, un guardia civil de grandes bigotes no la deja pasar a pesar de ser ella la maestra. Hay una bomba escondida y todos los niños pasamos la tarde esperando una explosión naranja en un prado de almendros que ahora es un descampado al otro lado de la carretera. De hecho, sigo esperando el desastre.
Pero de la muerte de John nada, no había gente que llorase por la calle, ausentes en sus coches, con la radio puesta y la dulce solemnidad de la archifamosa Imagine inundando la escena. No existe ese día en el que conociera la tristeza por primera vez, me sabe mal no tener nada que ofrecerle, excepto engañosos recuerdos infantiles depurados por la distorsión , que sólo se acercan minímamente a lo que sería mi deber rememorar si hubiera sido consciente de lo sucedido.
Otra rememoración que también se relacionaría con la melancolía debida a este suceso, si bien considero que pagué con creces esta deuda imaginaria el día que murió George y se me saltaron las lágrimas como si hubiera muerto un amigo muy querido, me conduce al salón de mi casa, también en los primeros ochenta: ahí tenemos a mi padre, construyendo unas cometas para mi hermana y para mí mientras nosotras le observamos en silencio, con cañas de bambú arrancadas del fondo del jardín y papel de seda de colores tan vivos que jamás he conseguido olvidarlos. Cualquier combinación de aquellos tonos concretos de azul oscuro y rosa subido me hace ver al hombre y a las niñas tristes de cabellos castaños al viento, de forma tan clara que podría incluso mover la mano para saludarles.
Lo más extraño es que siempre he tenido una obsesión muy marcada por cualquier azul más allá del turquesa, algo que coincide con la antigua fijación de mi hermana menor con los rosas fucsia y derivados, como en un homenaje inconsciente a aquel joven padre que nos compraba pinturas y dejaba periódicos por toda la casa para que leyéramos o nos daba un paseo en su motocicleta. Entonces he de pensar que los convertimos en nuestros colores, los mismos que se recortaban contra el cielo cenizo de aquel día de otoño, entre octubre y diciembre, justo antes de estrellarse y yacer entre las hierbas altas, abatidos por los errores en su estructura, la caña pesaba demasiado y el papel se rasgó enseguida, haciendo su vuelo necesariamente breve, como aquel pájaro negro de alas rotas al que Paul conminaba a aprender a volar en el White Album.
Quién me dice que no tengo razón y que fue en aquel minuto, cuando centenares de maravillosas canciones se borraron del futuro, una persona cayo inerte en una acera al otro lado del Atlántico y el viento se enfureció de tal modo que hizo caer nuestras cometas y nos arrebató aquella sonrisa confiada de los niños, dejándonos un regusto desconocido hasta entonces, la boca llena de jabón y un aroma amargo de humo...el sabor de la decepción, que ya nunca te abandonará y te acompañará por siempre jamás, una ausencia de música que sabes muy bien de dónde viene cuando se presenta, canciones que te faltan, notas perdidas que llevan hasta la melancolía de andar por casa de Yesterday o a la desolación cómica de Rocky Raccoon, por ejemplo.
Quizá esa sea una de las razones para escuchar música, sentirse acompañado en los momentos de duda y dolor, si bien los Beatles siempre han tenido una respuesta para todas las ocasiones: para mí supieron acercar la música a la gente sin dejar de lado la calidad, sin tratarles como lerdos, si bien nunca sabremos cuales fueron los factores exactos que confluyeron y confluyen en la pervivencia de una magia única que cada día atrapa a alguien más.
Desde el día en que los vi cantar She loves you en La bola de cristal, cuando aún no comprendía una palabra de inglés, supe que aquellos melenudos en blanco y negro eran mi grupo, y que estarían siempre conmigo. Lo que no supe fue que aprendería su idioma, o que el aprenderlo sería decisivo para mi futuro; hasta aprobé la selectividad gracias a ellos -saqué un nueve en el examen porque la redacción era sobre los Cuatro de Liverpool- y empecé la mejor carta que he escrito nunca con la letra de una de sus composiciones. No dejo de valorar a otros músicos de su época y de otras, pero si me he empeñado en coleccionar sus discos uno a uno, resistiéndome a adquirir ese CD con su discografía completa con el que se apañan otros, es porque ellos significan mucho en mi vida, forman parte de mi existencia y ahora que el sueño terminó definitivamente, ahora que George no está, Ringo anda perdido por ahí y Paul cada día nos hace más tonterías, quiero quedarme al menos con el testimonio más válido de lo que un día fueron para el mundo y de lo que siguen siendo para muchos de nosotros, su música inmortal.
Lástima que aquellas niñas vestidas de pana oscura a lo El espíritu de la colmena no supieran qué pasaba con sus cometas muertas y sigan esperando a que John regrese con sus sonrisas: entonces volveremos a empezar otra vez, volveremos a intentarlo hasta que vuelen.